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Reportaje:

La ley del mercado transforma la noche

Las discotecas míticas desaparecen, se imponen los locales espectaculares y nuevas corporaciones copan el sector

Los recientes cierres de dos discotecas que fueron leyenda en las décadas de los ochenta y noventa -Chocolate y Barraca, ambas situadas en el área de Sueca- han hecho de nuevo que los medios se ocupen de los ambientes nocturnos valencianos. Se ha interpretado que el final regular de ambas -Chocolate abre ahora eventualmente, y Barraca puede que se reencarne- es el final de una época, la de la ruta del bakalao, en que Valencia era, por excelencia, sinónimo de delirio de sábado para jóvenes masas proletarias. En la etapa más populosa y comercial de esta ruta, daba igual la apariencia del individuo, su extracción social, la música que le gustara. Sólo importaba que quisiese vivir cada fin de semana como si fuera el último, y que, a ritmo de golpes de sonido verbenero, uno estuviese dispuesto a todo. Pero eso acabó hace mucho. No la fiesta salvaje, sino el hedonismo de apariencia obrera y radical.

"La gente se ha cansado de ir vestida de cualquier manera; se lleva lo metrosexual"

Antes que estas dos salas, clausuró su historia Spook Factory, en Pinedo, que primero se maquilló la cara transformándose en Sound Factory, pero continuó sirviendo el menú que había caracterizado los últimos tiempos de Spook: música mákina para clientela adolescente de pandilla. Y tuvo que cerrar. A Chocolate le ha pasado algo así. El caso de Barraca es distinto: su apuesta fue el sonido tecno más adulto, pero duro y sin concesiones, algo que situó a la sala en un estrato diferente al que demandababa la mayoría de su clientela potencial.

Bien. ¿Y qué demandaba y demanda? Agustín, de 24 años, que sale cada fin de semana, lo resume: "La gente busca formar parte de una era nueva; si a un joven de hoy le das a elegir entre tomar café en un bar decorado a lo grande, en el que puedas escuchar música moderna y comercial en un equipo de sonido envolvente, en medio de un ambiente de gente guapa, y tomar café en otro con mucho nombre pero con instalaciones menos espectaculares y en medio de un ambiente más terminal, elegirá el primero sin dudarlo". "Los nombres permanecen si se adaptan, si no, más vale cambiar", afirma.

En la estela de Ibiza. Algo así opina José María Etxaniz, propietario de la mayor y quizá más impresionante discoteca del mundo, el club Privilege de Ibiza, por el que en verano, en una sola noche, llegan a pasar hasta 10.000 desaforados clubbers. Cuando Etxaniz compró Privilege no se llamaba así, sino Ku, un nombre por encima de cualquier otra leyenda, unido a la historia de la élite de la extravagancia. Pero surgió un problema económico derivado de la utilización del nombre, y Etxaniz lo cambió. "Me decían que estaba loco, qué cómo iba a abandonar un nombre que era un mito; y resulta que lo era sólo para los padres de los clientes de ahora". Él siempre ha considerado que el antiguo glamour de Ku era exclusivo, y que al de Privilege se puede acceder aunque sea caro, porque no está basado en la exclusión de los no elegidos, sino en un espectáculo apabullante de luces, sonido, baile y animación. Y este glamour es el que triunfa hoy.

Gracias a la promoción internacional que ha vivido Ibiza esta onda de lujo nocturno espectacular se ha impuesto en todas partes. En verdad, se ha impuesto una adaptación de eso a la idiosincrasia nocturna de cada ciudad. Es lo que el sociólogo francés Gilles Lipovetsky considera "un semi-lujo, un falso lujo a menor precio destinado a las clases medias". En la noche valenciana, esto es una realidad que, día a día, prolifera, arrasa y se impone.

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"Los ambientes duros ya no gustan", dice Jordi, de 24 años, antiguo cliente de Chocolate que hoy acude más a Puzzle. "La gente se ha cansado de ir vestida de cualquier manera, se ha puesto de moda ir arreglado y bailar en discotecas bien decoradas, ahora se lleva lo metrosexual". No importa el nivel social, la aspiración es la de formar parte de un ambiente guapo, vistiéndose para ello de primeras, segundas o terceras marcas. A nivel musical, esto se traduce en una sustitución de los ritmos de baile más extremos por un sonido más suave, aunque también enérgico. Un sonido globalizado y peleón, lleno de subidones, como lo es el house masivo que facturan productores que preconizan el culto sensual y hedonista a la noche como el francés David Guetta, "y que atrae a chicas a las discotecas, puesto que hoy, quizá por el culto al cuerpo y porque la gente va tan guapa a las salas", explica Agustín, "el deseo de ligar forma parte clave del hecho de salir". Y "también este rollo ibicenco ha favorecido que resulte normal que mucha gente gay se decida a salir del armario en las discotecas".

Discotecas a lo grande como Puzzle, Guru, Friend's Tokyo, Queen, Penélope, Giorgio & Enrico, o Apache. Todas ellas son mega-salas de gran acabado, algunas con múltiples pistas para dar cabida a cualquier tipo de gente que quiera sentirse espectacular. Los primeros responsables de las salas de la antigua ruta no eran gente de negocios. Los responsables de estas nuevas macro-disco sí pretenden serlo. El grupo Penélope gestiona las macros Penélope y Queen (antigua Arabesco); el grupo Valencia Beach gestiona la macro Tokyo, nacida de la fusión de dos discotecas; y los dueños de Apache no sólo gestionan esta gran macro de Xàtiva (con cabida para 7.000 personas), sino que este febrero reabren en Pinedo una antigua sala de la ruta, The Face. Con el nombre cambiado, eso sí.

A golpe de talonario

Sus responsables llegaron a anunciar su cierre, pero la han ampliado. De hecho, en un par de meses han pasado por ella Carl Cox, John Digweed, Deep Dish y Steve Lawler, disc jockeys estelares que jamás habían recalado en territorio valenciano y que llegan a tener cachés de 20.000 y 30.000 euros. Se trata de la macro-disco Apache de Xàtiva, un local que ha llevado hasta el paroxismo el concepto de discoteca-espectáculo. Según uno de sus responsables, Rubén, "los chavales ven la televisión, y les gusta ir a la discoteca donde va la gente que sale en ella". Por eso toda la tropa de Hotel Glam y Gran Hermano ha desfilado como animadores pagados -se habla de tarifas de 3.000 euros-, por esta especie de Las Vegas para todos los públicos concentrada en 5.000 metros cuadrados. Lo mismo sucede con los dj: no importa si encajan o no con el ambiente, importa que la gente se sienta especial por estar donde pincha una estrella. En la nueva sala que van a abrir en Pinedo han anunciado que, entre muchos otros, van a traer al disc jockey Armand Van Helden -de quien se dice que en Alemania llegó a cobrar 60.000 euros- y, en Fallas, a Tiësto, el dj holandés que puso música a la inauguración de los últimos Juegos Olímpicos.

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