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Columna
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Estos pelos

Como dijo Simeón el Estilista, en su famosa columna del desierto de Siria: "El mejor amigo de una mujer es su peluquero, pero un hombre, sobre todo cuando es serio, tiene que aguantar aquí el ventarrón". Ello viene a cuento porque quiero romper aunque sea un secador de mano en favor del gremio del moldeado capilar.

Los nuevos tiempos han trastocado muchos asuntos, y no es el más baladí el hecho de que los hombres acudan hoy en tropel a estos gurús del copete, de cuyas atenciones antes disfrutábamos, en exclusiva, nosotras; a la sazón, llamadas féminas.

Recordemos. Ellos iban al barbero, que era un señor muy reprimido, con una especie de veleta de colores a la puerta de la tienda, un sillón como diseñado en Guantánamo y una navaja en la mano, cuando no unas tijeras. El paso del cliente por la barbería se veía como un inevitable trámite, el recorte de melenas, que no socavaba la firmeza de Su Virilidad. Hasta estaba bien visto que una jovencita algo escotada, situada a sus pies, le hiciera la manicura. No había sufrimiento alguno en el breve paso de nuestros hombres por la Zona Shoulders & Caspa.

En cuanto a nosotras, cuanto más sufríamos en el peluquero, a causa de los ácidos en los tintes y los pinchos en los rulos, más femeninas se nos veía. Y, cuando vinieron los cambios, aceptamos con gratitud la mejora en los modales, así como el hilo musical y los maullidos del personal ayudante.

Pero Ellos... ¿Qué no deben de haber sufrido Ellos, hasta adaptarse al nuevo modelo de dulzura y masaje craneal? Tiene mucho mérito que al final hayan aceptado algunas de las frivolidades que nos humanizan. Claro que también podemos hablar de fracasos sonados en la relación. El tinte rubio para las dos películas rodadas hasta la fecha sobre Alejandro el Grande; Mel Gibson en cualquier versión; y Zaplana, a quien no le crece el pelo, porque ya nació con todo muy crecido.

Sirva este largo preámbulo para solicitar compasión hacia el enriquecido peluquero de Aznar. ¿Es que ustedes no le regalarían una urbanización, con amenidades, al hombre que más cerca ha estado de la Idea Única que el presidente reciclado en conferenciante recibió, junto con el don de lenguas, en su solitario Pentecostés?

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