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Columna
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Jugando a hombrecitos

Me dispongo a escribir un artículo ecológico denunciando que, por mucho plan Ibarretxe, Constitución europea, OTAN, ONU, globalización, neoliberalismo y todas esas importancias, la Tierra se va a ir a la mierda de todos modos, así que pido a los lectores consumidores de política rápida que no estén interesados por esta minucia que dejen de leer a partir de este preciso momento, para no aburrirles con mi discurso. Ellos que sigan especializados en los choques de civilizaciones, los nuevos órdenes mundiales, las remodelaciones de fronteras y los comunicados del Papa, pasando el tiempo jugando a los hombrecitos, mientras la Tierra sufre una extinción de especies sólo comparable a la desaparición de los dinosaurios, los polos se descongelan, las catástrofes se multiplican y todo avanza hacia el Apocalipsis.

Pero, claro, lo importante es lo otro. De hecho, ya pensamos en sistemas para poder defendernos de un posible meteorito -tiene gracia lo del meteorito- y nos liamos a estudiar el Universo, fabricar cohetes que nos lleven más lejos, e intentar descubrir planetas colonizables, para tener la salida garantizada por si, como todo indica, esto se va al garete antes de que el Sol nos fría a todos. Aún hay gente que piensa aquello de "cuando las cosas se pongan muy, muy feas, la Humanidad reaccionará", creyendo que habrá tiempo para reponerlo todo en su lugar, como en un juego de construcciones de Lego, mientras que Chirac, en el texto La llamada de París -pedazo de promoción para la gloriosa República Francesa; talento francés- advierte: "Somos, sin duda, las últimas generaciones en tener la capacidad de detener la destrucción de los seres vivos, antes de sobrepasar un umbral irreversible, más allá del cual incluso el futuro de la Humanidad sobre la Tierra pueda estar en peligro". Se conoce que Chirac ya no se acuerda de las pruebas nucleares francesas en el atolón de Mururoa.

Pero ésas son noticias que no interesan en comparación con los detalles, los culebrones y las mezquindades políticas que ocupan todo nuestro tiempo y hasta nuestro ocio. Y, paradójicamente, se supone que la política es lo único que nos puede salvar, tomando cartas en el asunto. ¿Por qué no se le da al problema toda la atención que se merece, sin desocuparse del resto de los temas que nos acucian diariamente? ¿Quién o qué ha conseguido que la ecología sea considerada una preocupación de bobos que se encadenan ingenuamente a los árboles?

Tan importante, o más, sería que un peligroso terrorista como Bin Laden -¿acaso los Estados que poseen armamento nuclear no lo son?- dispusiese de la bomba atómica, como que el nivel del mar anegase buen parte del mundo civilizado. Pero, claro, esto ya lo hemos visto en la última entrega de películas malas, estuvo entretenido, y nadie se ahogó.

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