La luz, la gasolina y el agua siguen mal
Los votantes de Bagdad tendrán en cuenta el mal funcionamiento de los servicios públicos a la hora de elegir a sus candidatos
Los responsables provisionales de la decrépita infraestructura de Irak, con los sabotajes constantes a los que está sometida, empiezan a darse cuenta de que existen pocas cosas más desagradecidas que presentar su candidatura para entrar en el nuevo Gobierno mientras se esfuerzan por mantener el suministro de agua, luz y petróleo para los ciudadanos que van a votar el día 30 de enero. Hasta en esta campaña truncada, en la que se supone que la identidad étnica importa más que cualquier otro problema, los ministros están comprendiendo que están sometidos al escrutinio de los votantes. "Personalmente, no pienso votar a la lista en la que estén los ministros de Electricidad y Petróleo", decía Ahmed Muhammad, un conductor que llevaba tres horas esperando en una gasolinera, el viernes por la mañana, y al que le quedaba todavía mucha cola.
"No pienso votar a la lista en la que estén los ministros de Electricidad y Petróleo"
Quizá nadie haya absorbido más enérgicamente la lección que Aiham Alsammarae, el ministro de Electricidad, que se presenta como miembro destacado en la lista de los Demócratas Independientes. Su suerte empezó a empeorar con la caída de la electricidad en la red nacional desde su máximo de unos 5.300 megavatios, en septiembre. En noviembre había descendido por debajo de los 4.500 megavatios -un umbral políticamente delicado porque era el nivel existente antes de que las fuerzas encabezadas por Estados Unidos invadiesen Irak-, y tocó fondo a principios y mediados de enero, con 3.500 megavatios. Desde entonces, el doctor Alsammarae, que tiene un doctorado en Ingeniería por el Illinois Institute of Technology, de Chicago, se ha visto acusado en los medios de comunicación árabes y en la calle de corrupción e incompetencia, e incluso de mantener un volumen de electricidad deliberadamente bajo. Ha habido manifestaciones ante su ministerio y él se ha visto envuelto en una desagradable riña pública con el ministro del Petróleo, Thamir al Ghadban, que también recibe críticas por la escasez de gasolina y las consiguientes colas de horas en las estaciones de servicio, y que se presenta dentro de la lista del Acuerdo Nacional Iraquí, encabezada por el primer ministro, Ayad Alaui.
"Esto es una locura", dice Alsammarae sobre las acusaciones más incendiarias que se le hacen. Y luego emplea otro adjetivo más duro.
Sin embargo, es posible que nos encontremos ante otro factor más duradero, que los rebeldes que atacan las infraestructuras parecen haber comprendido: la política electoral. Los votantes se preguntan si hacer responsables a ministros, políticos y funcionarios, y prácticamente los únicos que no han recibido críticas en los últimos tiempos son los blancos habituales de todos los ataques oratorios: los estadounidenses.
"¿Por qué voy a votar a este Gobierno cuando no puedo disponer de ninguno de los servicios esenciales?", decía el domingo un airado ciudadano de Bagdad, Muhammad Ali, cuando hacía más de una semana que una bomba había destruido una tubería del principal suministro de agua de la ciudad y había dejado a la mayoría de los habitantes sin agua suficiente para beber, lavar la ropa ni bañarse. Una de las razones por las que se está viviendo todo de forma tan emocional es que los residentes de Bagdad intentan salir adelante en una ciudad en ruinas, en la que cada nueva avería acarrea nuevas privaciones. Entesar Hadi, una madre trabajadora del sur de Bagdad cuyos dos hijos padecen infecciones intestinales, decía el sábado que su vida se había visto "completamente paralizada" por la falta de agua. "He tenido que recoger agua de lluvia en una olla para poder lavar el retrete", explicó.
Mithal al Alousi, jefe del Partido de la Nación Democrática Iraquí, asegura que esa nueva disposición de los votantes a pedir responsabilidades es algo nuevo y positivo. "Supongo que lo que ha ocurrido es bueno para el ciudadano iraquí, porque puede oponerse y dirigir sus críticas hacia los partidos gobernantes", dice Alousi. "Ahora, el ciudadano sabe valorar lo que le beneficia y lo que no". Esta nueva presión política ofrece ventajas, pero da la impresión de que el público no puede verlas. Por ejemplo, ahora, los ingenieros y funcionarios iraquíes reparan los daños producidos por los atentados con mucha más rapidez que cuando empezaron los sabotajes, hace más de un año. Aunque las obras para arreglar la conducción de agua se prolongaron más de lo que pensaban los residentes, el suministro se reanudó el domingo, una semana después del atentado.
"No es nada fácil ser ministro y candidato al mismo tiempo", dijo Hajim M. Al Hasani, ministro de Industria y Minerales y miembro del Partido de los Iraquíes -el del presidente Gazi al Yauar-, antes de un debate que se celebró la semana pasada en la cadena de televisión financiada por Estados Unidos, Al Hurra. Comparte esa misma opinión Adnán Pachachi, líder de los Demócratas Independientes, que incluye en su lista a cinco destacados ministros: los de Urbanismo, Medio Ambiente, Vivienda, Trabajo y Electricidad. "Podría ser positivo o podría ser negativo", dice diplomáticamente el doctor Pachachi a propósito de Alsammarae. "Le he dicho que sea sincero conmigo, que hable francamente y con claridad, y que explique a la gente a qué se debe esta crisis".
Dado que a la mayoría de los partidos les resulta imposible hacer campaña abiertamente por las malas condiciones de seguridad, las repercusiones que puede tener esta extraña mezcla de rebelión, política e infraestructuras son incalculables. Sin embargo, un taxista que aguardaba en la cola de la gasolinera con Muhammad, Abdul al Khider Qasim, reveló la sensibilidad de la gente corriente ante cualquier temblor en el oscilómetro que mide los servicios esenciales, al señalar que "últimamente, la electricidad ha mejorado". Tenía razón, porque el suministro de luz se ha recuperado ligeramente desde principios de enero y se acerca al nivel anterior a la guerra, 4.500 megavatios.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
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