_
_
_
_
_
CRÓNICAS DEL SITIO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

España cañí

Está forjándose un nuevo tipo de ultras. No se reclaman del franquismo sino de una concepción desmesurada del antiterrorismo etarra.

El PP se les queda "bambi" y la España actual les viene grande. Preferirían una patria simple con garantía de eternidad. Votan a la derecha pero desconfían del jefe de la oposición porque no le oyen corear los eslóganes que debiera. Por ejemplo, "España una, no cincuenta y una". O cualquier otro que denuncie a tantos enemigos de dentro y de fuera, incluido el vecino de al lado.

El sábado pasado esas personas se manifestaron junto a varios miles de ciudadanos en Madrid y lograron dar la nota. Primero gritaron a coro que dónde estaban Zapatero y Peces Barba. Quién les oyera podría pensar que les reprochaban el no tenerles a su lado compartiendo la solidaridad con las víctimas. Pero parece que reclamaban su presencia para insultarles y golpearles. Así trataron a un ministro nada sospechoso de connivencia con terroristas ni separatistas. Le insultaron e intentaron golpearle con un objeto negro y alargado. Finalmente, unos policías nacionales consiguieron sacarle del acoso. Contagiado por la prensa abertzale, un diario de la capital se apresuró a titular en su edición digital que el ministro había abandonado la manifestación ante "las críticas" de los manifestantes.

Si tienen falta de cariño podrían comprarse un osito, pero prefieren construirse un muñeco enemigo de España a quien zaherir y golpear antes de dormirse.

Vistos desde el País Vasco, estos últimos justos de Sodoma y Gomorra no sorprenden demasiado. Son clones de los que nos aburren exhibiendo enhiesto el palo de su ikurriña. La de éstos del sábado era roja y amarilla. Pero, para ambos, la única cuestión que importa es quién la tiene más grande. Son holigans de aquel país atrasado que España dejó de ser hace más de veinte años. Me recuerdan a los exaltados de Croacia o Serbia cuyos excesos futboleros precedieron a la conflagración fratricida.

Algunos son jóvenes de sangre caliente y otros son ya añosos. Les une el mismo error en confundir su tiempo de vida con el tiempo histórico. Unos porque creen que España nació con ellos; y los otros porque no soportan que les sobreviva un país al que hace tiempo han dejado de entender.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Hace seis meses, el principal convocante de la manifestación de Madrid montó una escena en un concierto de homenaje a las víctimas, indignado por la presencia del líder de IU. Ahora le han crecido los enanos. La manifestación del sábado llevaba un cordón de seguridad para protegerse de la gente que miraba desde las aceras. Pero el problema lo llevaban dentro. Si esta vez asistimos treinta y cinco mil, la próxima vez saldrán apenas mil, y la siguiente cien, eso sí, más gritones y pegones. La soledad de las víctimas tiene más de una causa.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_