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Una fortuna a partir del carbón

Domingo López Alonso, el empresario que ha hecho tambalear el sector financiero tras 27 años de duros litigios con la autoridad monetaria, nació hace 92 años en el pueblo de Lumeras, en plena sierra leonesa de Ancares. Un cuarto de siglo más tarde, la intrincada orografía del terreno, los tortuosos caminos de tierra, un clima extremo y las penurias de aquellos tiempos impedían a un joven Domingo conocer el comienzo de la guerra civil. Una pareja con tricornio le reclutó para el Cabo Machichaco en donde llegó a ser jefe de destacamento y alférez de complemento gracias a una inteligencia natural para sobrevivir en la adversidad, que más tarde cultivaría con éxito.

En su pueblo, una aldea hoy con 15 vecinos, los más ancianos le recuerdan como un chaval bueno, tenaz y trabajador, que ayudaba a sus padres con el mismo empeño en las cuadras con las vacas como en la tienda de ultramarinos y en la taberna. Como otros tantos jóvenes de la zona, Domingo trabajó de picador en las cercanas minas de Fabero.

Los principales golpes de fortuna para Domingo López llegaron tras la Guerra Civil. El carbón del emprendedor leonés calentó miles de casas de Madrid y la venta de traviesas a Renfe y de patatas y legumbres en una Castilla desabastecida de alimentos primarios le enriquecieron definitivamente. Autodidacta, empleó parte de su tiempo en obtener una formación sin títulos. Muchos de los abogados con que ha trabajado estos años de contienda judicial llegaron a creer que su cliente era letrado.

Triunfo agridulce

Escribió un libro, Atraco, en el que acusa a Mariano Rubio, Aristóbulo de Juan y Luis Ángel Rojo, entre otros, de acabar sin motivos objetivos con su imperio financiero. Un abogado del Fondo de Garantía le denunció por injurias graves por escrito y con publicidad y un juez ordenó que se retirara de todas las librerías.

La carrera de la vida le llevó a la política y desde 1955 a 1961 fue concejal en el Ayuntamiento de León. Allí creó el Banco Industrial. Más tarde dio el salto al Banco de Medina y de ahí al de Valladolid, la entidad de sus desvelos, un triunfo agridulce que se ha hecho desear, en el que se ha dejado una cuarta parte de su vida.

Ha sido, además de minero y financiero, editor (entre otras publicaciones del diario El Imparcial), bodeguero, armador (con barcos en Chile, Argentina, España y México), constructor (el barrio de La Luz de Avilés, urbanizaciones en Guadalajara, Madrid, León...) y propietario de la empresa de microbuses que en los años setenta operaba en Madrid, entre otras actividades.

A sus 92 años, Domingo López tiene un sin fin de proyectos de futuro para convertir a los pueblos abandonados de la montaña leonesa en cotos de caza, tal y como hiciera en Huelva y Castilla-La Mancha.

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