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Reportaje:Apuntes

La Fura dels Baus, autobiografía

La Nau de la Universitat de València acoge '1979-2004', rastreo audiovisual por los 25 años de la compañía catalana

Ignacio Zafra

La idea es que uno llega a la sala oscura, entra en el recinto, que es un cuadrilátero, sin cuerdas. Sobre las paredes-pantalla se proyecta 1.00 y empieza la cuenta atrás. Un minuto. "Ni interactivo ni pedagógico", advierte Miky Espuma, "comodín musical". Ni pedagógico ni interactivo pero cuando los segundos acaban y estalla el audiovisual aquello es definitivamente La Fura dels Baus. La persecución intacta de la indiferencia 25 años después.

El aniversario del grupo teatral empezó en marzo del año pasado y todavía dura. La vídeo instalación 1979-2004 en la sala Thesaurus de La Nau de la Universitat de València recorre los 25 años. Desde que emplearon una herencia familiar en una mula y un carro, y luego algo más de dos meses en recorrer las comarcas interiores de Cataluña, hasta L'Ampurdà, con la Vida i miracles del pagés Tarino i la seva dona, la Teresina. Lo que ellos llaman la Prehistoria.

En Argentina, seis meses después del fin de la dictadura, les confundían con paramilitares

La mula y el carro aparecen fugazmente en las pantallas. Hay cuatro, pero sólo se proyecta lo mismo en dos. Así que no es interactivo pero uno debe elegir dónde fija la vista, qué se pierde.

En un momento es el año 1984 y La Fura está destrozando un coche. Con hachas y las manos enguantadas. La música es ruidosa y pesa. Antes de empezar, durante la presentación, Miki Espuma -que llegó al grupo pronto desde la Truita perfecta- ha contado que ese espectáculo decididamente punk, decididamente físico y violento, desataba sensaciones en el público español, miedo, adrenalina, atracción, rechazo.

Nada que ver con lo que les pasó al llegar a Córdoba, Argentina. Si España había salido hacía poco de una dictadura, entonces Argentina había salido hacía nada, seis meses, del horror. Cuando el núcleo del grupo, aproximadamente nueve, llegó a la ciudad (en un extremo de la Pampa, 600 kilómetros al noroeste de Buenos Aires), con su estética punk y sus botas militares, la gente se apartaba -"nos confundían con paramilitares"-, les insultaban por la calle.

En el espectáculo, en el Patio del Olmo, la gente lloraba, hasta que se corrió la voz, y empezaron a acudir por decenas, subiéndose a los terrados para verles sin pagar. "Y conectamos con ellos, hubo un cambio de chip, nos convertimos en los reyes de la fiesta, y aquello fue importantísimo para el grupo".

Luego, todo muy rápido, las pantallas recogen Homes de fang -con la que buscaban y conseguían generar repulsión; y después Suz/O/Suz, y Tier Mon, y Noun, y, sin solución de continuidad, Barcelona, 1992, la inauguración de los Juegos Olímpicos, con 1.500 voluntarios.

En ese momento queda claro que sin ser pedagógico 1979-2004 es ilustrativo. No sólo de la evolución del grupo, sino, a través del público, de sus peinados, sus barbas, sus ropas, sus gafas, el vídeo autobiográfico de La Fura tiene también algo de biografía de la sociedad española.

Desde ese momento, aunque el proceso ya había comenzado, los montajes del grupo se hacen cada vez más gigantes, quizá más barrocos, y llega la exploración de otros géneros.

Sobre las pantallas, dividiéndose, como células, aparecen fotogramas de Fausto 5.0 -la película protagonizada por Eduard Fernández, Miguel Ángel Solá, y Nawja Nimri- y todas las versiones que La Fura realizó sobre temática demoníaca. Cuando los sentidos del espectador empiezan a recalentarse por las imágenes y la música, por momentos ensordecedora, llega La flauta mágica, una de los seis montajes operísticos de La Fura, como un bálsamo. Y por un momento Naumon, siguiente fase, el reciclaje de un barco mercante como contenedor artístico. En total "una vorágine y una locura de imágenes y sonidos". La Fura dels Baus en 23 minutos.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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