Caprichos
Los sesudos académicos de la lengua de Cervantes indicaron, ya hace tiempo que un capricho era un antojo, o una obra de arte con cierta gracia y sin sujetarse a normas, o la intención o propósito de hacer algo sin que exista razón para ello y saliéndose de lo que el más común de los sentidos entiende como lógico y ordinario. Y ordinario y lógico es que quien tenga capitales e iniciativa empresarial se dedique a invertir sus capitales y ver de sacarle el mayor interés posible. Así, y aun cuando un sector nada despreciable de la opinión pública valenciana no esté a favor de tanto proyecto urbanístico, campos de golf, parques temáticos y cemento que acaban con lo que queda de territorio, no es un capricho el propósito de urbanizar a toda costa -y valga la doble acepción de término costa- de determinados hombres de negocios. Por tanto nada se le puede objetar a un hombre de negocios como Pedro Gimeno, muy bien relacionado con el cabeza de fila de los conservadores castellonenses Carlos Fabra, a que invierta su dinero y haga sus negocios donde lo crea más conveniente, y los responsables de bien común y de preservar el territorio se lo permitan. Esos responsables fueron elegidos con el voto popular y son eso, los responsables.
No es de recibo, sin embargo, que el dinero público que administran los responsables del territorio sirvan para hacerle la cama a los inversores privados, o que en determinados negocios, como la construcción de un aeropuerto en La Vilanova, la opinión pública no tenga claro donde empieza y donde termina el dinero y el propósito de los gobernantes provinciales, y donde termina o empieza el negocio privado. El antes mencionado hombre de negocios ya indicó que las inversiones en el aeropuerto estaban relacionadas con otras de una forma estrecha. Pero de estas otras no habló nunca con claridad el adalid Carlos Fabra. No es un capricho; todo tiene una cierta lógica, aunque se discrepe de todo el procedimiento por arbitrario.
Capricho fuera de lo ordinario y común lo es, y en qué medida, ese propósito de crear, fundar o construir en la capital de La Plana una Ciudad de las Lenguas, de la que nadie acierta a explicar en qué va a consistir. Si se trata de enseñar castellano como lengua extranjera, organismos estatales funcionan ya en este sentido de forma más que aceptable. Desde el Instituto Cervantes a la Universidad de Salamanca -los cursos de esta última son conocidos por encima de fronteras-, organismos hay que funcionan en el ámbito estatal con experiencia al respecto. Si se trata de atraer turistas y visitantes mediante el motivo del curso de español, ciudades históricas y monumentales hay en las anchas y hermosas castillas que siempre tendrán mayor aliciente para el foráneo. Porque sería descabellado que estuviesen pensando en una nueva escuela de Traductores de Toledo en el antiguo humedal de Castellón, tras la aparición de lenguas de fuego, en un pentecostés visionario, sobre las cabezas de la primera autoridad de Generalitat Valenciana o del encargado del proyecto, el discreto ex alcalde José Luis Gimeno, que pierde en este viaje políglota su carácter de discreto. Antojo, humo, paja que olvida hasta el autóctono valenciano, la nada de un capricho que ya mismo nos está costando bastante dinero a los contribuyentes.
Y para "caprichos" nos quedaremos siempre con las Víctimas y verdugos, Majas y Petimetres, El poder de la ignorancia, Asnerías, El mundo al revés, Niños malcriados y demás, de Francisco de Goya y Lucientes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.