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EL LIBRO DE LA SEMANA

Rendición incondicional

DUBRAVKA UGRESIC nació en 1949 en Yugoslavia, un país que ya no existe. En 1993, decidió exiliarse tras haber sido declarada enemigo público de un recién estrenado Estado de Croacia. "Personalmente no soy ni una emigrada, ni una refugiada, ni alguien que busca asilo político. Soy una escritora que en un momento determinado decidió no vivir más en su país, porque su país no era suyo", escribe. La salida de emergencias la llevó a Berlín, Estados Unidos y Holanda. Allí se confirmó como una novelista y ensayista traducida a más de veinte lenguas y premiada en Italia, Suiza, Alemania, Austria y Holanda. En 2003 Alfaguara editó El museo de la rendición incondicional, una reflexión fragmentada sobre las ruinas de la memoria y el exilio (Anagrama editará El ministerio del dolor). En uno de sus capítulos, la protagonista encuentra un mapa de Yugoslavia en un mercadillo de Berlín y se dedica a recorrerlo con las yemas de los dedos, siguiendo la toponimia de los recuerdos. "Qué le vamos a hacer, algunos países duran lo mismo que las personas", le dice un amigo. Ugresic combate el sentimiento de pérdida con melancolía, rabia, sarcasmo y desprecio por los responsables de tanta destrucción. Es, en parte, un herejía, pero describe las contradicciones de quienes vieron caer lo que siempre criticaron y, a continuación, levantarse otro monstruo que, como en una pesadilla, les hizo echar de menos el pasado. Ostagia es la palabra que define esta peligrosa tentación (ost significa Este). Perder el pasado es tan duro como descubrir, desde el exilio, que tampoco deseas regresar a él. Sobrevivir, pues, no es una garantía, y menos en el caso de Ugresic, que practica una irreverencia argumentada. En Gracias por no leer contempla su oficio y su biografía con un escepticismo reconfortante: "Huí de los analfabetos que habían ocupado alegremente los cargos destinados a personas con una buena educación; universidad, escuelas, editoriales y periódicos. Huí de los vencedores que conquistaban hasta el último centímetro del nuevo país con empalagosa cordialidad y estruendo de opereta patriótica. No soportaba el dolor de su victoria".

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