Aquille Maramotti, el fundador de Max Mara
Aquille Maramotti era hijo y nieto de modistas. Estudió Derecho e intentó ejercer como abogado en su ciudad natal, Reggio Emilia, pero las presiones familiares (incluyendo a la esposa) le empujaron hacia la confección.
A los 29 años pidió prestadas a la madre un par de salas y un par de costureras y empezó a producir piezas copiadas a ojo de revistas estadounidenses. El primer año vendió 500 piezas; el segundo, 5.000; el tercero, 15.000. "A los 33 años empecé a ganar dinero", manifestó en una entrevista.
Al elegir el nombre de su empresa buscó que tuviera iniciales repetidas, con el fin de que se recordara más fácilmente. Eligió Max -"porque daba una idea de fuerza-", Mara -"porque Maramotti era demasiado largo"-, y bajo la denominación de Max Mara construyó un imperio del vestido que hoy está presente en 90 países y factura anualmente más de mil millones de euros.
Sus enfrentamientos con los sindicatos fueron durísimos y llegó a considerar a los sindicalistas como enemigos personales. "Si dependiera de los sindicatos", decía, "hoy no existirían mis empresas".
En el año 1991, convertido ya en el cuarto hombre más rico de Italia -con un patrimonio estimado de 2.500 millones de euros-, Aquille Maramotti dejó la dirección de la empresa textil en manos de sus tres hijos y él irrumpió en el sector bancario. En poco tiempo se hizo con el 35% de las acciones de Credem, con el 2% de Unicredit y logró un puesto en el Consejo de Administración de Mediobanca.
Ya más distanciado del trabajo diario, compró el castillo de Albinea, sobre una cumbre de los Apeninos, y lo llenó de cuadros de Giorgio Morandi, uno de los grandes pintores italianos del siglo XX, y de obras de artistas emilianos de los siglos XVI y XVII. También pudo dedicarse con fruición a dos de sus pasiones, el esquí y la caza.
Maramotti murió el martes 11 de enero por la noche en su castillo de Albinea, pocos días después de haber cumplido 78 años.
El presidente de la patronal italiana, Luca Cordero di Montezemolo, afirmó que con el fundador de Max Mara desaparecía "un grandísimo intérprete del más bello Made in Italy", capaz de unir "una gran capacidad e intuición empresarial con la de delegar en los hijos en el momento oportuno".
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