Carta al Cardenal Amigo Vallejo

Escribo esta carta para expresar mi más profunda indignación, por dos hechos protagonizados por el Cardenal Amigo.

El 11 de enero asistí, como todos los años, a la Misa de aniversario de mi cuñado José Joaquín Real, en la Parroquia de los Redentoristas de Sevilla. Me sorprendió que la oficiara un Cardenal.

En el transcurso de la Misa, los familiares allí reunidos nos dimos cuenta de que se trataba de un funeral por otra persona y que tal vez nos habíamos equivocado de hora. Pero no, no era una equivocación, se trataba de un funeral por la señora de un académico amigo de Cardenal, según nos dijo el secretario de la Parroquia, el cual le había comunicado al ayudante de la ceremonia, que a esa hora estaba convocada nuestra familia, y le entregó una nota con los nombres por los que se ofrecía la Misa.

Pero al ayudante del Cardenal no le debió parecer de buen tono compartir este funeral de mayor entidad, con otros recordatorios más comunes y los omitió.

A mi, personalmente, me da igual por quienes ustedes recen, pero sí lamento que hayan herido la sensibilidad de mi hermana y de sus hijos, en un día tan significativo para ellos.

La falta de tacto no terminó aquí. Cuando salíamos, un coche de lujo estaba aparcado dentro del recinto, que se encuentra acotado por una verja, para los fieles, donde le esperaban su chofer y ayudante. Esto me indignó aún más que lo primero.

Creía que usted era diferente, que era más fraile que Príncipe de la Iglesia. También creía que, con los tiempos que corren, era más importante dar ejemplo de austeridad que de prepotencia. Y aunque no dude que en su vida privada sea austero, tal vez no sea suficiente serlo, sino también parecerlo.

Sé que mi hermana le ha dirigido una carta, lamentando lo sucedido, pero seguro que no se la han hecho llegar; por lo que, ante la duda de que también sea censurada ésta, la envío a la prensa para tener la certeza de que llega a su destino. Con la Iglesia hemos topado, diría Cervantes.