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España pierde el tren de la competitividad

El Gobierno ultima un paquete de medidas para superar esta deficiencia de la economía

Lucía Abellán

La competitividad de la economía española atraviesa momentos bajos. El sector exterior, escaparate de esa capacidad de competir, amenaza con arrojar una de las peores cifras de los últimos tiempos para el año 2004. La brecha entre importaciones y exportaciones no deja de agrandarse y, si nada lo remedia, esa diferencia restará alrededor de dos puntos al crecimiento económico en 2004. Aunque no es el único elemento determinante, la pérdida de competitividad española incide seriamente en el sector exterior. Fomentarla y mejorar ese deficiente intercambio con otros países son los grandes retos de la economía para los próximos años. El Gobierno anunciará la próxima semana un conjunto de medidas encaminadas a ese fin.

La economía española muesta dos caras: una fuerte demanda interna y una débil exportación
El patrón exportador adolece de falta de productos de alto contenido tecnológico

La competitividad es un concepto complejo que aglutina multitud de factores: precios, costes de producción, innovación, apertura de nuevos mercados... La capacidad para competir medida según los precios con los que se concurre al mercado es una de las facetas más deterioradas. El último informe del Ministerio de Industria referente a este concepto arroja un resultado desolador: España ha perdido 4,4 puntos de competitividad en el último año, principalmente porque los precios crecen más rápido que en el resto de los socios comunitarios. En los últimos 10 años, España ha acumulado una brecha de prácticamente 12 puntos respecto a sus socios comunitarios. "En un país donde los productos no son particularmente diferenciados esa diferencia acaba notándose", apunta un analista.

Este experto, sin embargo, insta a no tomar los precios de venta como único espejo de la competitividad. En su opinión, es más adecuado fijarse en los costes laborales, pues determinan lo que gasta una empresa en sacar a la calle sus productos. Otros expertos coinciden en que los precios de consumo no constituyen el único modo, ni probablemente el más preciso, de medir la pérdida de competitividad. Pero lo importante es la tendencia y, sea cual sea el indicador que se utilice, la pérdida de competitividad es irrebatible.

El resultado es que la economía española exhibe dos caras contrapuestas: una demanda interna que va contracorriente del resto de la zona euro, con avances del 4,6%, y una aportación exterior cada vez más negativa, que resta dos puntos al PIB. El sector exterior se configura, pues, como el elemento más coercitivo del crecimiento potencial. "Aparentemente la economía española va bien, crecemos por encima de Europa, pero cuando se va a las cifras de comercio exterior la cosa cambia", reflexiona Enrique de la Lama-Noriega, director del departamento de economía de la patronal CEOE.

Sin menoscabo de analizar cómo los precios inciden en la competitividad, Juan José de Lucio, director del servicio de estudios de las Cámaras de Comercio, anima a no fijarse exclusivamente en este elemento, pues "no queremos competir por ahí". En su lugar, insta a aportar valor añadido a los productos y a buscar nuevos mercados.

El Banco de España, muy atento en los últimos tiempos a ese deterioro de la competitividad y su incidencia en el sector exterior, apunta al patrón de especialización comercial y a los cambios en la demanda mundial como otros factores influyentes. "El patrón exportador de la economía está caracterizado por una mayor presencia de manufacturas tradicionales y un menor peso de los productos de contenido tecnológico más elevado", señala en un informe sobre las exportaciones españolas publicado en abril del año pasado. Para esta institución, la pérdida de competitividad en los productos de tecnología media explica en gran medida el estancamiento de la cuota global de exportación.

Como salvedad, algunos experos precisan que el derioro del sector exterior no es achacable exclusivamente a la idiosincrasia del producto español. También incide la débil demanda interna de otros países, menos dispuestos a comprar productos de fuera, frente a la potente demanda española, que impulsa las importaciones. Y fuera de los mercados europeos los productos españoles parten con desventaja por la fortaleza del euro, que los encarece. El impacto de este último factor es limitado, pues más del 60% de las exportaciones españolas se dirigen a la zona euro.

Sin embargo, el retroceso es innegable. "Desde 1999 hemos dejado de ganar cuota de mercado mundial. La nuestra debería crecer más que la de la Unión Económica y Monetaria y no es así", explica Manuel Balmaseda, del servicio de estudios del BBVA. Las soluciones no resultan fáciles, pero este experto apunta algunas: liberalizar la economía y aplicar una política fiscal rigurosa. La CEOE coincide en este diagnóstico y reclama mayor apoyo público a la presencia de empresas españolas en el exterior. Otros expertos recomiendan un "cambio de mentalidad empresarial", que aún funciona con los patrones de la devaluación, aunque Balmaseda sostiene que las empresas han sido "relativamente innovadoras" en los últimos años y que eso "nos ha salvado de una mayor pérdida de competitividad". Lo que sí concita la unanimidad de todos los consultados es la necesidad de invertir más en investigación, desarrollo e innovación, un elemento en el que España muestra un importante retraso, según de Lucio.

Un reto laboral y académico

Más del 70% de las empresas españolas señala la formación de sus trabajadores como un factor determinante para competir mejor. Lo asegura Juan José de Lucio, jefe del servicio de estudios de las Cámaras de Comercio, con datos de una reciente encuesta de este organismo a las empresas. Tras este elemento, los empresarios destacan la estabilidad económica, un factor muy destacado siempre por la CEOE.

Estos datos ponen de manifiesto la relevancia de un factor al que pocas veces se otorga una importancia fundamental: la continua cualificación de los trabajadores para otorgar valor añadido a los productos de la compañía. La legislación laboral tiene gran repercusión en este aspecto. Algunos expertos reclaman al Gobierno una reforma laboral que evite la rotación abusiva de contratos temporales, "pues reducen el incentivo a gastar en formación para sus trabajadores".

Además de formar a los empleados en activo, es necesario mejorar la educación académica desde el primer peldaño, la enseñanza secundaria. La evaluación de la educación deja a España en una posición de clara desventaja respecto al resto de países desarrollados. Resulta asimismo fundamental incorporar al mercado laboral a los segmentos que aún entran con timidez: mujeres y jóvenes.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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