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Tribuna:VIOLENCIA EN IRAK
Tribuna
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Las elecciones iraquíes: ¿una salida o un problema?

¿Serán viables las elecciones en Irak? Y si lo fueran, ¿qué consecuencias implicarán para el futuro de los iraquíes? Teniendo en cuenta que se trata de la elección de un Parlamento que, entre otras cosas, tiene la tarea de redactar la futura Constituyente del país y dadas la condiciones concretas en Irak, ¿a qué se estaría apostando por el futuro de los iraquíes? Éstas y otras preguntas conforman el eje sobre el cual gira el combate político y militar en Irak.

El presidente de EE UU, George W. Bush, a su modo, sintetiza el conflicto como un combate entre el bien y el mal. Él y Ayad Alaui (actual primer ministro iraquí) están en la trinchera del bien y en la otra, la del mal, se ubica Osama Bin Laden. Esta simplicidad llana del presidente norteamericano no ayuda ni a configurar los componentes del conflicto, y menos a vislumbrar alguna solución. Si bien Osama Bin Laden es un actor marginal en las elecciones iraquíes, son muchas e importantes las fuerzas internacionales favorables o contrarias a estas elecciones. Lo mismo se puede afirmar respecto al ámbito iraquí.

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Lajdar al Ibrahimi, asesor del Secretario General de las Naciones Unidas y que supervisó el nacimiento del actual Gobierno provisional iraquí presidido por Gazi al Yauar, declara que "es imposible realizar las elecciones en Irak si la situación de seguridad sigue inestable". Y aclara: "Las elecciones no son una receta mágica, son parte de un proceso político, se las debe preparar bien y realizar en el momento oportuno".

El ex presidente norteamericano Jimmy Carter, quien aceptó jubiloso participar en la supervisión de las elecciones palestinas, se ha negado a supervisar las elecciones iraquíes declarando que "no existen condiciones apropiadas de seguridad para realizar elecciones libres y seguras".

Vladímir Putin, presidente de Rusia, le dijo a Alaui, durante la visita última de éste a Rusia: "No puedo imaginar la realización de elecciones en Irak mientras el país está bajo una completa ocupación extranjera". Kofi Annan, Secretario General de la ONU, consideró que la continuidad de la violencia en Irak afectará a las elecciones y dijo que "las elecciones no se hacen en el vacío". Se puede alargar la lista todavía más. Pero lo que está claro es que a ninguno de los mencionados se le puede ubicar en la trinchera que ocupa Osama Bin Laden. Sin duda tendrán las razones y los motivos concretos relacionados con la crisis que estamos tratando.

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Esto es aplicable también al panorama de las fuerzas políticas iraquíes. 17 partidos y movimientos, además de personalidades políticas, laicas y religiosas, hicieron pública una declaración pidiendo el aplazamiento de las elecciones. Entre los firmantes figuran los dos principales partidos kurdos (aliados de EE UU), Àdnan Albaja Jeh (amigo de EE UU), el Movimiento de Alwifaq Alwatani, el Partido Comunista, y otros.

El único partido suní que participa en el actual Gobierno, el Partido Islámico Iraquí, pidió el aplazamiento por seis meses de las elecciones como condición para su participación. Otros sectores iraquíes van más allá del aplazamiento y piden boicotear las elecciones, como el Comité de los Ulemas Musulmanes, que junto con otras 40 personalidades rubricaron una declaración al respecto.

Frente a las partes mencionadas arriba hay otra amalgama de fuerzas que insisten en la realización de las elecciones en la fecha fijada, el 30 de enero. Algunas de estas fuerzas acepta incluso la realización escalonada de las elecciones de acuerdo con las condiciones de seguridad. Cabe destacar entre estas fuerzas las que están encumbradas en el Gobierno provisional y que ya han elaborado sus listas electorales, como el presidente Gazi al Yauar y el primer ministro Ayad Alaui. Además están las fuerzas políticas que llegaron, desde el exilio, con los militares estadounidenses, y, finalmente, están las corrientes que están a la sombra de la dirección religiosa chií.

Este panorama, real y complejo, con posiciones contradictorias y/o opuestas, transforma la cuestión de las elecciones en un tema problemático -¿realizarlas o no realizarlas?- y ello se mantendrá hasta que se hagan. A partir de entonces, la problemática sería distinta, aunque consecuencia de la primera; abrir la brecha del conflicto entre quien haya participado y quien no, brecha que acerca el país más a una temida guerra civil. De este modo, la supuesta solución del conflicto a través de las elecciones se transforma en una fuente o motivo endógeno más que lo ahonda.

Dada la naturaleza del conflicto y de los participantes, es inútil enfocar el conflicto en términos teóricos sobre posiciones de principios favorable o no a las elecciones. Lo anterior es debido a dos hechos. Uno es el pedido de aplazamiento de las elecciones por fuerzas políticas que eran o siguen siendo parte del Gobierno actual y que han colaborado o colaboran con EE UU. El segundo es debido a que otras fuerzas políticas rechazan unas elecciones que se realicen bajo la ocupación. Es decir, sus posiciones no cuestionan las elecciones per se, sino la ocupación.

Otro enfoque peligroso es el que plantean tanto el Gobierno provisional iraquí como EE UU, basado en el concepto de seguridad y en la necesidad de aplastar a la resistencia antes de las elecciones. Aparte del fracaso de este enfoque, que queda claro al estar a dos semanas de las elecciones y con la resistencia activa, su peligro es más grave en la medida en que ahonda la bipolarización en el seno de la sociedad iraquí y excluye sectores considerables de la misma. Lo paradójico es que en el caso de que este aplastamiento militar tuviera éxito, los resultados de las elecciones no marcarían una aceptable y legítima solución al conflicto; más bien marcarían el surgimiento de un Gobierno instrumentalizado por Estados Unidos. Tal tipo de solución no es nada nuevo, más bien es bastante conocida y la historia ha señalado su inutilidad a medio y largo plazo.

Un poco antes y durante la celebración de la Conferencia Internacional en Sharm el Sheij sobre las elecciones iraquíes, Francia planteó tres premisas para una solución apropiada y consensuada. Aunque fue rechazada, la sugerencia sigue siendo el marco de una solución viable. Estas tres premisas son:

- La participación de todas las fuerzas y corrientes iraquíes, incluida la resistencia, en todo consenso para una solución al conflicto.

- Encargar el control de Irak a la ONU, hecho que posibilitaría la participación de todas las partes implicadas, tanto en el ámbito nacional iraquí como en el regional.

- Fijar una fecha de retirada de las fuerzas de ocupación, hecho que abre un horizonte aceptable de parte de las fuerzas iraquíes opuestas a la misma.

Estas premisas siguen siendo válidas para encaminarse hacia una solución viable que permita a la ONU recuperar su papel y funciones en la solución de los conflictos internacionales que amenazan la paz mundial; recuperar cierta credibilidad ya perdida en la legalidad y convivencia internacionales. Así mismo permite al máximo organismo internacional, dentro de un lapso de tiempo razonable y con el apoyo de los varios componentes de la sociedad iraquí, estructurar las fuerzas de seguridad y un ejército ya no como instrumentos de represión de los iraquíes, sino como instrumentos que han de actuar en función de las necesidades de esta mismo población. Esto crearía las condiciones apropiadas para lanzar un proceso de elecciones consensuado entre la mayoría de los iraquíes con credibilidad y legitimidad.

Marwan Tahbub es politólogo y ex diplomático palestino.

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