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Columna
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Copenhague

Juan Cruz

Claro, si ustedes leen Guantánamo se pasan de página, por eso pongo Copenhague. Por eso y porque a lo mejor se escribe Guantánamo y se dice Copenhague. En las memorias de Carlos Castilla del Pino (La casa del olivo, Tusquets) se cuenta que, en la posguerra cordobesa, había una tertulia a la que concurría un hombre orondo y silencioso que además tenía el honor de la inoportunidad. Una vez estaban hablando de filosofía y alguien pronunció el muy difícil nombre de Schopenhauer. Y el contertulio orondo saltó como una chispa, diciendo: "No se dice Schopenhauer". ¿Y cómo ha de decirse entonces?, le preguntaron. "Copenhague, se escribe Schopenhauer pero se dice Copenhague". En las tertulias suele haber estos listos, que además, a veces, dan un puñetazo en la mesa, como criterio de autoridad, exclamando: "¡Que se dice Copenhague, coño!" Así, diciendo Copenhague en vez de Schopenhauer, hay mucha gente en este país. Por ejemplo, la otra noche vi en televisión (en Las cerezas de Julia Otero) al presidente catalán Pasqual Maragall muy risueño, y muy divertido, compartir diversión y carantoñas, hasta caricias, con Esperanza Aguirre, su homóloga de Madrid, y al día siguiente oí en las ondas herzianas que mientras Aguirre decía Schopenhauer Maragall decía Copenhague y que a eso no hay derecho. Debe ser, sin duda, que las ondas se han quedado fuera de su sitio y ya uno no oye lo que dicen sino lo que nos dicen que han dicho; pero eso es tan peligroso, se llama manipulación, es igual que creer que uno está diciendo Schopenhauer cuando en realidad está diciendo Copenhague. Ante esta distorsión sistemática de lo que se oye y de lo que se dice sólo cabe la respuesta de otro tertuliano valiosísimo para cualquier tertulia, aquel despistado que iba con su hermano militar (en una de las tertulias que comandaba Rafael Azcona en la posguerra) y le oía a éste hablar y hablar, hasta que el despistado exclamaba: "¡Me aburro!". Habría que gritar tantas veces ahora: "¡Me aburro!". Y habría que decir tantas veces Guantánamo, pocos dicen Guantánamo, están todo el día diciendo Schopenhauer y la gente va a dar un puñetazo en la mesa no sólo de aburrimiento.

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