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Columna
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Buenos chicos

El otro día tuve un ataque de emoción y nostalgia cuando vi una foto del mismísimo Arzalluz, elegante, bien guapo y rejuvenecido. Qué bien le han sentado a este hombre las traiciones con que le fustigaron. Se conoce que le va la marcha. Y no extraña que estuviese indignado, el hombre: le quitaron del medio para seguir su misma política. Para tal viaje no necesitaban alforjas. ¡No había viaje! Y, la verdad, él hacía su política con más gracia y donosura que los nuevos. Por eso uno le echa de menos. Pues era hombre que iba a derechas. Cuando bramaba contra los españoles o el Estado, contra lo que fuese, ponía cara de mala uva y sabíamos a qué atenernos, y, a quien Dios se la diera, San Pedro se la bendijese; eso, dejando a un lado el pedigrí. No como los nuevos, que sacan cara de buenos chicos y de no romper un plato en su tierna vida, mientras destrozan a patadas vajillas y vajillas.

La sorpresa nacionalista ante la indignación por su unión a Batasuna resume bien hasta qué punto han despegado de la realidad
Me quedo con el estilo antiguo, y no con estos técnicos capaces de llevarnos al precipicio con eficacia profesional

Visto lo visto, me quedo con el estilo antiguo, y no con estos técnicos capaces de llevarnos al borde del precipicio con eficacia profesional y de traer a la Orquesta Sinfónica de Euskadi en traje de gala para que toque el Agur Jauna mientras damos el Gran Paso Adelante. Técnicos haciendo la revolución: lo peor que puede pasar.

Entre los nuevos hay algunos químicos, pero de esta vertiente del asunto no puedo hablar, pues se enfadaría un amigo mío que también lo es y se indigna siempre, con razón, por la mala prensa de su profesión. No llega a entender porqué al segundo de Sadam le fustigan con lo de Alí el Químico, lo que se reitera para demostrar previa y definitivamente su culpabilidad. Si hubiese sido otra cosa a lo mejor hubiera pasado inadvertido. Nadie diría Alí el Historiador, Alí el Ebanista o Alí el Abogado. Hay profesiones mediáticamente gafadas. Por eso conviene no airear lo de Josu Jon el Químico, para no acabar de liarla.

Pero se agradecería algo de química. O, como no hay, algún insulto de vez en cuando, que ya añoramos los desprecios de los domingos cuando Arzalluz increpaba en las reinauguraciones de batzokis -por cierto, ¿por qué no los reinauguran con el ritmo de antaño?-. No cambiaría las cosas, pero tendríamos el cuerpo más hecho a lo que nos viene. ¿Qué hubiesen preferido los cristianos antes de que los echasen a los leones: emperadores pacatos queriendo convencerles de que les martirizaban por su bien, o descalificaciones a mansalva para saber porqué les tocaba ser objeto de solaz y diversión de la plebe pagana?

Es verdad que en trance tan doloroso no viene mal un poco de amabilidad. Siempre ha cotizado el buen verdugo, que ayuda a sobrellevar la horca. Aún así: cuando a una parte de la sociedad se la va a dejar a un lado, es natural que quiera notar el desprecio, conocer porqué. Esto lo sabían hasta los del Ku Klux Klan, que no pretendían hacer creer a sus víctimas que les linchaban para hacerles un favor. Era otra calidad humana.

Por eso, uno preferiría que, lanzados contra los no nacionalistas -en el mismo paquete del ataque al Estado y a la democracia-, pusieran rostro bravo y gesto montaraz, adusto y agresivo. Es por humanidad: lo peor para el condenado a la hoguera resultaría que encima tuviera que pensar que quien le mandaba de pincho moruno era un buen tipo. Por eso lo hacía mejor Arzalluz, a quien lo de caer bien no importaba y era incapaz de estas dobleces. No gustaría lo que decía, pero sabías de qué iba. Visto desde aquí, era hombre noble y ejemplar. Se le añora. Quién lo iba a decir.

A un año vista, el guirigay que montó el PNV cuando la sucesión resulta el acontecimiento más raro de la historia del nacionalismo, excepción hecha de las manías suicidas de EA. ¿Para qué harían el cambio?, ¿para que siguiesen la misma política y los mismos políticos? Pues podían haberse ahorrado el espectáculo, los navajeos y las rencillas. No sólo eso: cuando el PNV tenga que olvidarse del Plan y de sus nuevas compañías -no hay dicha que cien años dure-, ¿tendrá que hacer otro relevo, con lo que duelen estas cosas o los de ahora podrán hacer cosas opuestas? Resultará difícil, y no sólo por la credibilidad. Se diría, además, que los nuevos sólo han aprendido una única letra, y cortita, y son incapaces de driblar, dar un pase o fintar. Lo suyo no parece la política: aspiran a un puesto en el santoral nacionalista sin sudarse el currículum y cantando todo el rato el mismo canto.

La sorpresa nacionalista -que parece sincera- ante la indignación que ha levantado su traición a la democracia y a los vascos no nacionalistas por su unión a Batasuna resume bien hasta qué punto han despegado de la realidad y son incapaces de entender las implicaciones de la barbaridad cometida. Las quejas por estas reacciones -en plan "insultan luego cabalgamos"- me recordaron al chiste de aquel que apuñalaba a otro con saña y preguntado porqué lo hacía explicó: "Es que me está llamando asesino". Pues eso: un escoltado puede creerse las expresiones de solidaridad, pero cuando los solidarios se alían con quienes le amenazan, el escoltado sabe que le estaban mintiendo. Que, en realidad, es un rehén.

La quiebra que han provocado es abismal. Asombra que no se den cuenta. Esto no lo arregla ya ni Arzalluz. Llegados a este punto cabe recordar la anécdota de María Antonieta cuando estaba en el patíbulo. Pisó al verdugo sin querer, según le llevaba a la guillotina, y, amable y bien educada, le dijo: "Pardon, monsieur".

Es una historia preciosa. Pero es falsa.

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