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Emir Kusturica relata una historia de amor en tiempos de guerra

El director presenta su último filme, 'La vida es un milagro'

Andrea Aguilar

Velocidad y sentimiento. Ésta es la "ecuación" a la que aluden los protagonistas de La vida es un milagro y que parece guiar el trabajo de su director, Emir Kusturica. Tras seis años alejado del cine, el creador de Gato negro, gato blanco, y ganador de una Palma de Oro del Festival de Cannes y de un Oso de Plata del Festival de Berlín, regresa a las pantallas con esta película, llena de energía, que presentó ayer en Madrid y se estrenará en España el 21 de enero.

Tranquilo y socarrón, con aspecto algo desaliñado y media sonrisa compareció el corpulento Kusturica ayer ante la prensa. La presentación de su nueva película La vida es un milagro coincide con la gira de su grupo The no Smoking Orchestra por España, que ofrecerá conciertos en Barcelona (12 de enero), Madrid (14 de enero) y Murcia (16 de enero). La película, presentada en la pasada edición del Festival de Cannes, supone su regreso al cine tras seis años dedicado a la música y la producción del documental Super 8 Stories.

Delirantes y frenéticas escenas cómicas a ritmo de música popular balcánica marcan el arranque de La vida es un milagro. En medio de la farsa estalla la guerra que "llega de repente, como la marea", según Luka, el protagonista. Como ya hiciera en Underground, Kusturica vuelve al tema del conflicto bélico en los Balcanes en esta película. "La guerra en Bosnia no fue el punto de partida. La idea de aquella guerra se creó ideológica y étnicamente sobre imágenes de la televisión. He tratado la historia desde otro punto de vista ajeno a ese origen. Esta película es una vacuna contra la guerra", explicó.

La lucha civil entre bosnios y serbios es el marco en el que Kusturica sitúa la historia de amor entre un ingeniero serbio dedicado a la construcción de un ferrocarril y la joven musulmana Sabaha, que le entregan las tropas serbias como rehén y a quien debe custodiar.

"Ésta es una película peculiar porque no busca ni señala a los culpables. Este filme quiere demostrar que el amor está por encima de la guerra y de las ideologías. Las peores cosas de la vida se pueden pintar de manera optimista, mejor de lo que son en la realidad, y esto es lo que he querido hacer. Se trata de una tragicomedia, porque la vida con humor siempre es mucho mejor; es un melodrama con final feliz".

Kusturica concede una vez más gran protagonismo a los animales y a la música: "A través de los animales intentó plasmar una sentimentalidad, la emotividad que veo en ellos. La música tiene sus raíces en los Balcanes; igual que la historia de la película las tiene en la tradición". El director, que reconoció que sus rodajes "se parecen cada vez más a un circo", aseguró que el día que los concluye "es el más feliz" de su vida. En esta ocasión no ha querido desvincularse del idílico paisaje en el que se sitúa La vida es un milagro. "Es un lugar entre Serbia y Bosnia, históricamente tierra de nadie. Quise rodar la película en ese paisaje sereno, contradictorio con lo que implica una guerra. Allí he construido un pequeño pueblo. Ha sido una idea un tanto idealista y romántica. El cine y la música me sirven de terapia, son una catarsis positiva. El fin de mi estética es la alegría".

Emir Kusturica, en Madrid.
Emir Kusturica, en Madrid.CRISTÓBAL MANUEL
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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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