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VISTO / OÍDO
Columna
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El escéptico

No creer en lo que no es, no existe, no está; creer en lo que es patente. Mal principio para la vida: los pingüinos de esta isla (léase a Anatole France) le perseguirán. Togas, uniformes, sotanas de varios y deslumbrantes colores, chaqués y modelos de suaves telas sobre aún más dulces carnes que a veces se muestran vivas entre aberturas, palomas convertidas en dioses del espíritu, espacios de mármol sobre viviendas de tierra. No creer: llaman creyentes a los que creen en un disfraz solemne, sangriento y rastrero de la nada. El mundo comedia es, decía el clásico. Un cuento de miedo, venía a decir Shakespeare. Pero tenía él la argucia de que la verdad la decía el tonto de la comedia. O fool, decían; loco, bufón, farsante. Aquí los comentaristas de Shk. le llaman con otra palabra inglesa, clown. No es verdad. El clown es alguien que divierte a los demás "por su comportamiento ridículo", y ese personaje no era ridículo. Más serio es como se llamaba en la comedia española al criado que ve la verdad mas allá de lo imaginado: figura de donaire. Hamlet se lo decía a la calavera de Yorik, el loco de su infancia en su palacio de Dinamarca donde tanto olía a podrido, como aquí.

Yo se lo digo ahora a la muerte de Pierre Daninos, el autor de Los cuadernos del mayor Thompson. Cuando quiso venir a España le di una carta para López Rubio -por cosmopolita-, y salieron juntos. Cuando escribió el reportaje de este país decía que en España hay culto a la realidad: si al ferrocarril se le llama camino de hierro -chemin de fer, en su idioma-, España mostraba que era tal: saltos, traqueteos, ruidos, quejas, rumores, silbatos, gemidos. Ah, pero había que decirlo en el extranjero, como él. Aquí estaba mal visto.

Una vez saludé al conde Vallellano en la Embajada de España en París; sin ánimo para conversar, le pregunté si había llegado en avión, y se desesperó: "¡No puedo! Estoy obligado a viajar en tren: soy el ministro del ferrocarril. Mientras mis colegas vuelan limpios, tranquilos, en poco tiempo, yo tengo que saltar sobre las traviesas, descomponer mi esqueleto sobre nuestros trenes, llenarme de humo y tratar de sacarme la carbonilla de los ojos" (recompongo en el recuerdo lo que me dijo el prócer). Después de meditarlo un poco, quizá añadió: "Sí, hay que reconocer que en lo material estamos todavía lejos de Europa. ¡Pero en lo espiritual! En eso, amigo mío, podemos dar lecciones a todos...".

El disfraz de España consiste en llamar trascendente a lo que es falso.

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