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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Familia y tiempo

Thornton Wilder apareció en España por primera vez con Nuestra ciudad (Luis Escobar, teatro María Guerrero), hace más de cincuenta años. Fue un escándalo de incultura. La obra se representa en un escenario casi vacío, con puntas de decorado que significan las casas, el cementerio, la iglesia; sólo los personajes, los actores, son enteramente visibles. En un Madrid cochambroso y torpe, con toda su cultura recién destruida, esta obra fue rechazada por la vieja tontería que quería el teatro realista y comicazo que se hacía entonces. Posteriormente, La piel de nuestros dientes corrió una suerte parecida. Medio siglo después, la Larga cena de Navidad obtiene ya ovaciones de un público de varias edades, en la sala Guindalera, por la compañía titular: que la mesa de Navidad tenga alimentos y cubiertos invisibles, imaginarios, y que la vida de una casa y una familia durante noventa años se represente en menos de una hora -con un fin de fiesta coral y de una excelente solista, Teresa Villuendas, también previstos por el autor- se acepta no sólo bien, sino con entusiasmo. Y el nombre Thornton Wilder es ya casi familiar: en los cines se está dando su Puente de San Luis Rey.

Larga cena de Navidad

Thornton Wilder. Intérpretes: Teresa Valentín, Elia Muñoz, Carmen Sánchez, Rafael Navarro, Alex Tormo, Raúl Fernández, María Pastor, Cristina Palomo, Victoria Dal Vera, Ana Alonso, Felipe Andrés, Andrés Rus. Iluminación: Pablo Joenicke. Vestuario: Teresa Valentín. Dirección: Juan Pastor. Sala Guindalera, Martínez Izquierdo, 20. Madrid.

Este tema de Wilder -y aquéllos- es el tiempo, la familia, la muerte. En el espacio de entreguerras -esta obra se publicó en 1931- era algo que angustiaba mucho: en Europa escritores como Maeterlinck, Wells, como Noel Coward (Cabalgata) Priestley (La herida del tiempo) lo investigaban en la novela y el teatro. Esta obra de Wilder se desarrolla ante una mesa de Navidad: a la izquierda, van apareciendo los nuevos miembros de la familia -hijas de las mujeres de la familia Bayard-; y por las cortinas de negro luto, a la derecha del espectador, desaparecen los que van muriendo. Las frases son más o menos los tópicos de Navidad: quiénes ya no están en la mesa, quiénes podrán no estar el año próximo. Pero tienen la calidad poética y nostálgica del autor; la mezcla de las alusiones de los personajes a la longitud exagerada del tiempo, mientras lo vemos comprimido y velocísimo llevarles a la muerte, es el eje de la breve obra.

La dirección de Juan Pastor muestra a los personajes en un tono irreal, saltarines y rientes, teatralizados; yo creo que ganaría con personajes naturales, o naturalistas, verdaderos miembros de una familia y una casa herida por el tiempo. Quizá me influya haber visto otras obras de Wilder hechas de esa manera. No dejan de ser entrañables de esta manera, representados con emoción por la compañía Guindalera, y al público le llega muy bien, como antes digo, y les obliga a repetir los saludos al final.

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