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Reportaje:

El crecimiento mundial depende del dólar

La política de debilidad desestabiliza el equilibrio monetario europeo y presiona sobre los mercados asiáticos

Las expectativas de crecimiento mundial para 2005 penden de la política de debilidad consciente del dólar, que ha llevado un récord de apreciación del euro y a notables perjuicios para los países exportadores al área del dólar. China, con tasas de crecimiento en los últimos años superiores a los objetivos marcados por el Gobierno, aparece como otro motivo potencial de conflicto. Una caída brusca en el crecimiento o una crisis financiera interna causaría graves daños a las economías del área asiática. En el área del euro, con Alemania y Francia en estado de bajo crecimiento, el Banco Central Europeo tendrá que decidir este año cuál es la política monetaria adecuada para responder al desafío del dólar.

El euro alto protege contra las subidas del crudo y tiene el mismo efecto que una política monetaria restrictiva
Entre 2000 y 2003, China ha supuesto casi el 35% del crecimiento mundial y casi el 60% de la inversión en capital fijo
Un grupo de economistas vaticina que el BCE subirá el tipo de interés en 0,5 puntos en la segunda mitad de este año
Más información
Trichet calcula que la economía mundial crecerá un 4% en 2005

En pocas ocasiones está tan clara la variable que condicionará la evolución de la economía mundial durante el ejercicio que comienza: la cotización del dólar, o, dicho de otra forma, la relación del dólar con el euro y las monedas asiáticas. La debilidad de la divisa estadounidense es el riesgo del crecimiento económico para 2005, entendiendo riesgo como el principal factor de incertidumbre que pesa sobre los mercados. De la política de debilidad del dólar depende la cotización del euro; por tanto, buena parte de las expectativas de crecimiento de la UEM; el precio del petróleo, puesto que uno de los factores para fijar su cotización en el mercado es la capacidad de la moneda de referencia; del dólar depende la suerte de la divisa china (yuan) y japonesa (yen), es decir, de si seguirán aceptando la depreciación del dólar como método para reducir el déficit comercial estadounidense con los mercados asiáticos, y, en fin, el crecimiento económico español, puesto que una subida de tipos en la zona UEM comprometería el diferencial de crecimiento español con los socios europeos.

Política de debilidad

¿Cuál es la causa de la debilidad del dólar? Durante los mandatos de Clinton, EE UU exhibía un potente superávit público y un persistente déficit exterior, prueba manifiesta de que la Administración pública cumplía sus objetivos de ahorro público mientras el sector privado vivía por encima de sus posibilidades, por decirlo en términos vagamente puritanos. La inversión extranjera fluía hacia EE UU en busca de bonos públicos, porque era la inversión que suscitaba confianza. La consecuencia fue un dólar fuerte. George W. Bush ha transformado el ahorro público en déficit y el dispendio privado no ha hecho sino aumentar. La consecuencia es un dólar con una debilidad calculadamente estimulada desde la administración, puesto que el dólar bajo es el único factor de atracción de inversiones, y, de paso, constituye un eficaz torniquete para reducir el déficit exterior con China, Japón y otras economías asiáticas.

Así que ésta es la principal variable de ajuste para el equilibrio de las economías mundiales en 2005. En el cuadro adjunto se detallan las proyecciones de crecimiento elaboradas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), y caben pocas dudas de que son optimistas. Las correcciones a la baja son relativamente moderadas y, en algunos casos, casi parecen un wishful thinking para evitar el recalentamiento de la economía china.

Véase el caso de la proyección para la economía estadounidense. Baja del 4,3% este año (la cifra es una estimación, por supuesto) a un 2,2% en 2005. Como explica Paul A. Samuelson en la página 3 de este número, la locomotora estadounidense será prácticamente la única que tire de la economía mundial, ante la debilidad manifiesta de Alemania y Japón. Bien, pero el 2,2% no parece una tasa avasalladora. No obstante, es un ritmo notable debido a que, si se consigue, lo hará en condiciones más difíciles que los crecimientos anteriores. Por ejemplo, los tipos de interés han subido y los efectos de las reducciones fiscales -si es que alguno tuvo efectos beneficiosos para el conjunto de la economía- se han agotado. Un motivo más para suponer que el pivote sobre el que girará la economía mundial el año próximo será Estados Unidos.

La consigna, pues, es normalización; es decir, crecimientos más normales en Estados Unidos y China. La estabilidad es, para el FMI, la meta principal. Curiosamente, parece importar menos que la creación de empleo en el conjunto de la economía mundial esté estancada. La tasa de paro se encuentra por encima de su nivel natural -entendido por tal esa tasa que no genera tensionas inflacionistas- y, como principal novedad, aparece el hecho de que ese estancamiento se produce -y se producirá- en los países desarrollados. La razón es la intensa tendencia a la deslocalización de empresas; ésa es una de las causas de que el crecimiento en EE UU no esté generando empleo.

Zonas calientes

La presión del dólar y la peculiar posición de la economía estadounidense -no hay que olvidarse de que está sosteniendo un conflicto armado, con pésimos resultados reales hasta el momento- se desborda hacia otras zonas económicas en forma de espasmos periódicos, irregulares pero intensos, según se van comprobando los efectos de la pócima bélica en los mercados. El caso es que esas zonas tienen sus propios problemas. Por ejemplo, China; o, por ejemplo, la Unión Monetaria (UEM).

El riesgo chino.

La economía china es otro riesgo. No lo sería con crecimientos del PIB más moderados, pero durante los últimos cinco años su tasa de crecimiento ha llegado al 9% (2003 y 2004) partiendo de mínimos de casi el 8%. Tampoco es baladí que el crecimiento supere con frecuencia el objetivo marcado por el Gobierno (véase el gráfico adjunto). El ritmo es arrollador. Entre 2000 y 2003, la máquina productiva china ha supuesto casi el 35% del crecimiento del PIB mundial, del volumen de importaciones y de consumo de petróleo, y casi el 60% de la inversión en capital fijo. Es un agujero negro que deglute recursos en cantidades masivas y dispara los precios de las materias primas; pero también empuja las economías asiáticas.

El riesgo entonces es que las autoridades económicas chinas provoquen un descenso brusco del crecimiento económico en lugar del aterrizaje suave buscado. Para conseguirlo -el aterrizaje suave, no el shock-, han subido ligeramente los tipos de intervención. Quizá no sea suficiente. Pero el shock sería mucho peor. A título de ejemplo, algunas estimaciones recuerdan que simplemente un descenso del 10% de las compras al exterior de China provocaría un descenso de hasta medio punto en la tasa de crecimiento de los países de su entorno, con los que mantiene relaciones económicas intensas. Ya se ha comprobado en otras ocasiones la capacidad de propagación de las crisis asiáticas.

Un accidente en el aterrizaje no es el único que puede sufrir la economía china y, por propagación, los mercados asiáticos. Puede también verse envuelta en algún tipo de desajuste financiero, eufemismo para cubrir cualquier modalidad de crisis bancaria que suele aflorar en las economías con elevadas tasas de crecimiento y sistemas financieros muy débiles, o poco controlados, o las dos cosas al mismo tiempo. La red financiera china empieza a provocar inquietudes entre los analistas occidentales, aunque hoy sea difícil deslindar cuánto hay de aprensión y cuánto de conocimiento detallado de la economía china en semejantes zozobras.

Europa estancada.

En el área del euro, el término es indefinición. Las expectativas de crecimiento en Alemania no son precisamente brillantes, y en Francia se avanza un crecimiento del 2,2% ligeramente inferior al registrado este mismo año. Para el área euro, la previsión es de práctico estancamiento (2,2%, igual que este año). La gracia o desgracia de la posición europea es que aparece pegajosamente atrapada en la red del tipo de interés. De la siguiente manera.

La cotización relativa del euro respecto al dólar arrastra perjuicios notables para las exportaciones europeas. Es verdad que el principal damnificado es Alemania, y así lo está pagando en términos de crecimiento; pero otros países (España, entre ellos) también exportan a países del área del dólar. Bien, los daños están claros, aunque una cuantificación precisa sea hoy problemática. A cambio, el euro alto proporciona protección contra las subidas del petróleo. Europa no influye en las oscilaciones del precio, pero al menos dispone de un escudo monetario eficaz.

Más o menos

Ahora bien: ¿qué debe hacer el Banco Central Europeo (BCE)? Si se mantiene la cotización del euro en niveles elevados -el precio de equilibrio podría estar en torno a 1,35-, la economía de manual aconseja proceder a una reducción de tipos. Pero los manuales no siempre evalúan todas y cada una de las circunstancias económicas de cada país o zona monetaria. Porque otros textos indican que la política de tipo de interés real cero o próxima a cero no puede mantenerse durante mucho tiempo.

Véase un botón de muestra. Un grupo de economistas, responsables de importantes servicios de estudios (Cajamadrid, BBVA), vaticina que el BCE subirá el tipo de interés en 0,5 puntos en la segunda mitad de 2005. Es más, entienden que ya debería haber encarecido el precio del dinero.

Así que los cálculos son complejos. ¿Qué parte de la política de restricción monetaria, la que debería ejecutar el BCE a través de los tipos de interés, ejecuta realmente la elevada cotización del euro? Habrá que confiar en que Jean Claude Trichet, presidente de la máxima autoridad europea, disponga de la respuesta.

Los economistas suponen que hay más remedios que los monetarios; y tienen razón. El problema es que surten efecto a largo plazo. Suelen esgrimirse, con cierta artificiosidad, la receta de las "reformas estructurales", que son de urgente aplicación en Europa. Existe un claro problema de intelección, porque es difícil precisar que son reformas estructurales y, sobre todo, cuando se imponen o aplican adecuadamente. Durante ocho años de gobierno del PP, desde la Administración se anunciaron profundas reformas estructurales que, en la práctica, dejaron los mercados como estaban. Puras disposiciones basura que mantuvieron intocadas las estructuras de dominio de los mercados, como puede apreciarse repasando las cuotas de control en electricidad o distribución de combustibles.

Que Europa necesita reformas estructurales es un lugar común. Tan común como comprobar que los instrumentos políticos articulados para conseguirlas está en plena crisis. Los progresos conseguidos por la estrategia de la cumbre de Lisboa son muy pequeños, tanto en lo que se refiere al objetivo de productividad como en inversión en I+D. Si ésta es la vía que se quiere seguir -que es la más lenta, frente a la rápida aplicación de las políticas monetarias-, que se sepa al menos que está muy retrasada y que costará mucho que las economías puedan transitar cómodamente por ella.

Hu Jintao, presidente de China.
Hu Jintao, presidente de China.AP

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