Un respiro
El bisiesto se fue al fin. No sabe uno si maldecirlo por su impresentable comportamiento con la humanidad durante estos 365 días, o dar gracias al cielo por seguir vivo, aunque va a costar tiempo curar las heridas. De todo lo cual se colige que los ciudadanos necesitamos un respiro, un algo de sosiego. El guarismo 2005 puede ser la clave. Los dos ceros centrales son dos ojos bien abiertos; el 2 y el 5 son orejas asimétricas. El 5, por otra parte, es un número simpático, pitagórico, impar, algo golfo (un aprobado por los pelos) y proclive a rimas tabernarias no aptas para menores, señoras de edad o autoridades civiles y religiosas. Hay gente a la que no puedes mentar ese número porque enseguida te escupen un pareado de bastarda catadura. Lírica montaraz. Pero el 5 es una cifra con mucho gancho y muy gentil. El 5 nos va a sacar de la misantropía y los terrores, de lo contrario le partimos las piernas.
Si no viene alguien que nos jorobe el panorama, Madrid será la ciudad mágica de 2005, con aromas del Siglo de Oro y con Cervantes como protagonista. Éste es el auténtico Madrid galáctico: Cervantes, Quevedo, Calderón, Lope de Vega... Todos de la cantera. A poco que se recorra el Centro, las huellas de lo sublime son clamorosas. Los clásicos vuelven a ser nuestra salvación y nuestro bálsamo. Y entonces llega Sancho Panza y dice en capítulo XI de la II parte del Quijote: "Las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias". Que tomen nota algunos.
Tal día como hoy, en el año 1617, se iniciaron las obras de la Plaza Mayor de Madrid, uno de los espacios más representativos y de más serena belleza de la capital. Sufrió pavorosos incendios, pero ahí está ella, sabia y escéptica. La cambiaron de nombre varias veces (plaza Real, de la Constitución, de la República Federal, del Arrabal), fue escenario de numerosas ejecuciones, torneos, corridas de toros, autos sacramentales y fiestas de postín. Que a ningún desventurado se le vuelva a ocurrir cambiarle el nombre.
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