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Columna
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Cuentos

Hay muchos trances onerosos en esta vida traidora. Uno de ellos consiste en soportar a los borrachos, y viceversa, sobre todo cuando están en su punto de cocción, cosa que ocurre con reincidencia durante estas festividades, entrañables por otra parte, pero que provocan hastío en el alma de ciudadanos avezados en el arte de la existencia. Para embriagarse con dignidad hay que ser muy persona, saber retirarse a tiempo, marchar, incluso a la francesa, con el rabo entre las piernas, y dormir la mona en la intimidad del propio domicilio, sin dar la noche a nadie más que a ti mismo, sin expeler discursos dignos de una mula torda.

Desde muy diversos puntos de vista, ajenos a la religión y al consumismo, la Navidad es una desmesura soberana y ecuménica, al menos en los países de Occidente. Algo así como un carnaval sin caretas, todo ello con la disculpa del Portal de Belén, los Reyes Magos, el Papá Noel, la mula, el buey, la burra y todo lo que se pusiere por delante. Además, como vamos a iniciar el año de Cervantes, el personal borracho intenta expresarse en sus delirios de forma alevosamente cervantina. Es crispante sufrir a los tontos que se creen Cervantes. Se marea uno al constatar la cantidad de listillos que van a utilizar sin ton ni son a Don Quijote, y si están borrachos, más de más. Va a ser un año borracho de palabras.

Y borracho de cuentos, porque también en 2005 se celebra el segundo centenario del nacimiento de Andersen, uno de los cuentistas fundamentales en la Edad Moderna. Entre Andersen y Cervantes van a inocular en los ciudadanos la firme convicción de que la vida es un cuento. Y también van a dar la razón a León Felipe: "La cuna del hombre la mecen con cuentos y los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos". A pesar de todo lo cual, los cuentos siguen siendo el intríngulis de la vida, y los niños se siguen durmiendo plácidamente arrullados por sueños.

Hoy hace 100 años que nació el grandísimo escritor cubano Alejo Carpentier, creador de historias inundadas de sinfonías. La vida es un concierto barroco incontrolable. Pero si bebes no conduzcas, mamón.

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