_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La Xana

José Luis Ferris

Antes de irme hacia la cama, como un rito invariable, me asomo a la ciudad y contemplo durante unos minutos el tintineo de sus luces, las calles desiertas, el silencio que emana del paisaje y llega a mi terraza con aroma de lluvia, de encuentro y lentitud. Hay una premonición de nochebuena en el aire, un amago de melancolía que cae sobre las cosas con voluntad de ala. En la página 49 del libro que llevo entre las manos y que he empezado a hojear poco después de la cena, leo ahora: "Soy un ángel / tocándote en tu fría noche, / un viento / sacando las sonrisas de tu alma". Todo así, suave y traspasado de una vieja emoción que en días como estos, en horas como esta, adquiere olor y gusto recobrado. Y el caso es que la culpa de esta extraña nostalgia la tiene por entero la autora de ese libro. Su nombre es Ana Esteban, aunque muchos la llaman la maga, la niña maga, la niña boreal que habita la frondosa Casa del Gato, que ama como nadie a los animales sin dueño, que acoge en su guarida a las criaturas asustadas, perdidas, solas... Ana Esteban es una niña, una adolescente o una joven feliz. Pero más allá de todo, Ana Esteban es, según dice su madre, una xana, una ninfa que hace pócimas de ensueño con todas las palabras.

No hace mucho, Ana agrupó en un cestillo sus mejores poemas. Estos días, el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert los ha publicado en un libro que ella misma titula Hay un corazón. Lo ha visto en el escaparate de las librerías y le cuesta creer que ese reino secreto, urdido en la soledad de su habitación, sea desde ahora de quienes leen sus versos, de todos los que navegan por el mar de su emoción escrita y se zambullen en la raíz del sentimiento más suyo. Yo mismo, esta noche, al leer "El amor que todos comprendemos / habla por mis palabras...", he notado ese mismo temblor fascinante. He sentido de cerca la voz que me susurra, la frescura de unos labios que vibran en mi oído como un ángel de nieve. Qué importa si alguien habla de una niña especial, de una muchacha con síndrome de Down y del bello paraíso de sus cosas. Ella es la poeta, la maga, la xana feliz que nos mira y nos comprende con ojos infinitos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_