Irrealidad
EL PP ha decidido la soledad, ha elegido y se ha colocado de un lado, frente al mundo, lo cual es una opción, una estrategia, una manera de afrontar su papel de primer partido de la oposición que unos considerarán equivocada y otros acertada, pero acaso sea conveniente para el PP considerar el riesgo que supone el cegarse en una estrategia de soledad, y la seguramente estéril denuncia de todos que puede no llegar a ser entendida ni por los más fieles.
Conforme pasan días de legislatura lo que más claramente se distingue es la raya de separación que el PP traza y que muchos no acaban de entender las razones para semejante raya, que más que raya empieza a ser socavón peligroso. Han vuelto los populares, ayer mismo, a dar señales de soledad en el Parlamento andaluz con motivo del debate de las medidas de Impulso Democrático. Se han situado frente a todos acusando a los otros grupos de la oposición por mantener el acuerdo en este asunto con el PSOE y al hacerlo han aparecido más que como oposición al PSOE, como oposición de la oposición lo cual no deja de ser una manera algo patética de rizar el rizo de la estrategia solitaria.
Todos son culpables menos el PP, según su criterio, de haber acordado algunas reformas que el tiempo va a demostrar importantes, muy importantes incluso. La estrategia la impone una dirección que empieza a hacer sentir incómodos a muchos de sus propios parlamentarios cabizbajos ayer durante el debate, no precisamente encantados de la actuación de su grupo.
La dirección del PP puede estar corriendo el riesgo de tener la obediencia de todos ellos, pero no el aprecio a la inteligencia política que rige esa manera de actuar. Algunos empiezan a dudar de esa estrategia de un yo acuso colectivo, que precisamente por serlo, por señalar a la totalidad, quita toda efectividad a la acusación. Todavía es algo pronto para saber dónde llevará, a quien tanto se empeña en ella, una estrategia de enfrentamiento radical que hace una raya y pone a todos a un lado y en el otro el que mira y acusa.
Es pronto, pero Javier Arenas sabe muy bien los desastres de aquella histórica legislatura en la que colaboró a llevar la política al laberinto de la irrealidad y que tan cara le salió no sólo a su partido, pero desde luego a su partido.
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