_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Navidad

Mientras Aznar y Zapatero, en sus respectivas comparecencias nos mantenían boquiabiertos con sus portentosas hazañas de oralidad, el ciclo navideño, con la humildad implacable de los calendarios, ha venido a ocupar sigilosamente el lugar que le tenemos reservado en nuestras vidas. La paradoja está servida. Con un aluvión de argumentos, nuestros líderes nos han informado acerca de la información y acerca de la información sobre la información, y, de un modo sesgado, también sobre el uso dado a dicha información, lo cual, a mi entender, invalidaría cuanto antecede, porque la información es lo que está ahí, y si se puede usar de tal o cual modo, ya no es información, sino otra cosa cuyo nombre ignoro. Y su exposición, mero pugilato.

Más sabiamente, la tradición navideña actúa a la inversa. Los evangelios apócrifos rodean el nacimiento de Jesús de profusión de milagros y transformaciones y de personajes pintorescos: comadronas incrédulas, parientes hospitalarios o desabridos, reyezuelos suspicaces, bandoleros generosos, e incluso una visita sorpresa de la propia Eva, ya entrada en años, al portal de Belén. Los evangelios canónicos, por el contrario, reducen la relación a casi nada. San Marcos y San Juan pasan por alto un acontecimiento tan señalado; San Mateo refiere el episodio de la estrella y los magos. A San Lucas debemos el pesebre, los ángeles y los pastores. Sobre estos detalles mínimos apenas esbozados, la civilización occidental ha construido una imaginería en torno a la cual gravita un número considerable de obras de arte, el paso ritual de las estaciones, las manifestaciones de nuestra vergonzante sensiblería y una operación comercial que mantiene la economía a flote hasta el verano. Cierto es que ya nadie se lo toma en serio, que todo funciona por inercia social, pero en fin de cuentas, ni el esfuerzo conjunto y extenuante de Aznar y Zapatero han logrado este año hacerle sombra. O quizás sí y estamos entrando en una nueva era donde el dato verificable prevalecerá sobre la sugerencia y la información sobre la mitología. En previsión de que así fuera, yo les deseo a ustedes felices fiestas y próspero año nuevo, y me apresuro a comunicárselo por si esta información les puede ser de algún provecho.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_