Un hombre queda libre tras intentar secuestrar y matar a su esposa
La fiscal no pidió al juez el encarcelamiento del denunciado, pese a que éste iba armado
El titular del Juzgado de Instrucción 6 de Madrid, Ramiro García de Dios, decretó ayer la libertad de Wilfredo Enrique R. C., un odontólogo de 39 años que supuestamente intentó secuestrar y matar el pasado jueves a su esposa, de la que está en trámites de separación. El magistrado señaló que tomó esta decisión, pese a que el denunciado iba armado con una pistola, porque la Ley de Enjuiciamiento Criminal impide decretar una prisión si antes no lo solicita el fiscal o alguna de las partes. No obstante, el juez prohibió al reo acercarse al domicilio y hablar con ella por teléfono o personalmente.
"Seguramente la próxima vez que venga a por mí no tenga tanta suerte"
Los hechos ocurrieron a las 13.10 del pasado jueves en la calle de Cristóbal Bordiu, cerca de la de Santa Engracia (distrito de Chamberí), cuando Susana Arias, de 34 años, acudió a ver a su hijo cuando acababa de salir del colegio. Después le acompañó a la casa de la muchacha que lo cuida. Acto seguido, Susana subió a su coche y llamó por el teléfono móvil a su padre, con el que quería quedar citada para recogerle unos documentos.
En ese momento, un hombre, al que no reconoció hasta más tarde, pegó un golpe en la ventanilla del coche. Ella le hizo una señal para que la dejara tranquila, pero el desconocido rodeó el automóvil y se coló dentro, ya que los seguros no estaban echados. Sacó un trapo y trató de ponérselo en la boca a Susana, pero ella logró zafarse. La mujer salió del vehículo, que, como es automático y tenía una velocidad metida, se subió a la acera.
El agresor se dio la vuelta con la intención de apresarla de nuevo. "Como no le reconocí, pensé que quería robarme el bolso o hacerme daño. Iba muy bien disfrazado", comenta la víctima. En ese momento salieron varios clientes y el dueño de un bar cercano para defender a la víctima. Tras volver sobre sus pasos para recuperar el trapo impregnado en cloroformo, el agresor echó a correr. Los clientes del bar gritaron a un conocido suyo que venía andando en la misma acera para que le detuviera. Éste le puso la zancadilla, por lo que cayó al suelo. Ayudado por el resto de amigos le redujeron y le retuvieron hasta que llegó la policía al lugar. "No me di cuenta de que era mi marido hasta que salió corriendo y se le movió la peluca que llevaba", explica Susana. También se puso una perilla para no ser reconocido.
Los agentes que acudieron al lugar cachearon al sospechoso y le encontraron una pistola marca Continental Paten del calibre 6,35 lista para disparar.Las pesquisas también han permitido descubrir que Wilfredo Enrique había adquirido un BMW antiguo.
Éste se encontraba estacionado en una de las plazas de garaje de que dispone el acusado. Los investigadores de la comisaría de Chamberí hallaron cartuchos del mismo calibre de la pistola en el interior de este vehículo.
La policía pasó ayer al detenido a disposición judicial acusado de lesiones, malos tratos y tenencia ilícita de armas. La pistola ha sido enviada al laboratorio de balística de la Jefatura Superior de Policía para investigar si ha sido usada en algún hecho delictivo previo, según una portavoz policial.
Ante esto, el titular del Juzgado de Instrucción número 6 de Madrid, Ramiro García de Dios Ferreiro, calificó los hechos como un delito de "maltrato familiar" y puso en libertad al acusado, puesto que el fiscal no pidió para él prisión y, según la ley, el juez no puede decretarla si ninguna parte lo solicita. No obstante, le impuso tres condiciones que, según comentó, le permite la ley: una orden de alejamiento de 500 metros del domicilio de su esposa, la prohibición de cualquier comunicación física o telefónica con ella y la obligación de presentarse los días 5 y 19 de cada mes en el juzgado.
Susana se mostró ayer tarde indignada por la decisión del juez, que no logra entender: "¿Para qué sirve que la sociedad esté sensibilizada y sea capaz de retener a un hombre armado durante 15 minutos si luego viene un juez y lo pone en libertad? Es frustrante que alguien arriesgue la vida y que eso no sirva para nada", protestaba Susana, quien agradeció la ayuda de los clientes del bar. "Si no hubiera sido por ellos, no sé cómo estaría ahora", añadió.
El juez explicó a EL PAÍS que dejó en libertad al detenido a tenor de lo que establece la Ley de Enjuiciamiento Criminal, ya que la fiscal no pidió su ingreso en prisión ni ninguna otra medida cautelar. "Con la ley en la mano, le he aplicado todas las medidas que estaban a mi alcance. Si la víctima no está de acuerdo con el resultado, que vaya al Parlamento para pedir que cambien las leyes", señaló.
La mujer se encuentra mal psicológicamente y teme que su marido pueda matarla: "¿Miedo? Tengo muchísimo. Es muy triste que yo tenga que estar encerrada en mi casa con pánico de salir a la calle, mientras él, que ha planeado todo para matarme, pueda ir donde quiera. Mi casa se ha convertido en mi cárcel", explicó. Físicamente, aún tiene secuelas por inhalar el cloroformo: "Toda la tarde del jueves estuve mareada y adormecida. Ahora tengo un dolor de garganta muy fuerte y casi no puedo hablar", agregó. El parte de lesiones firmado por un médico incluye algunos moratones por el cuerpo.
La afectada está a la espera de ver cómo evolucionan los acontecimientos y no descarta cambiar de ciudad. "Mi hijo [de tres años] no se entera porque es muy pequeño, pero anda muy inquieto porque ve a mucha gente en casa", añade.
Según le comentaron los agentes del Cuerpo Nacional de Policía que le entregaron las medidas provisionales ordenadas por el juez, la comisaría no ha montado ningún dispositivo de vigilancia ni de patrullaje por los alrededores de su domicilio. "Seguramente la próxima vez no tenga tanta suerte y él logre su objetivo de acabar con mi vida. No confío nada en las órdenes de alejamiento. Estamos hartos de ver en la televisión a mujeres asesinadas días después de que un juez ordenara a sus parejas que no se acercaran a ellas", criticó la mujer.
Arias, médica en una clínica privada, y Wilfredo Enrique R. C., odontólogo, se casaron en 1996. Tienen un hijo de tres años. Desde el nacimiento del pequeño, la relación entre ambos ha sido nula, por lo que ella decidió iniciar el divorcio. El pasado 13 de octubre, Susana denunció a Wilfredo Enrique por amenazas. Pero quedó absuelto, ya que el juez no apreció indicios de delitos en una grabación que recogía las amenazas que hizo el acusado advirtiendo a la víctima de que antes o después le arrancaría la cabeza.
Este periódico intentó localizar, sin éxito, a Wilfredo Enrique R. C. para recabar su versión de los hechos.
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