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Reportaje:LIBROS PARA NIÑOS Y JÓVENES

La suerte de ser lector

Luis está enfurruñado. Lleva un buen rato recorriendo con la mirada las estanterías de El Dragón Lector, una pequeña librería madrileña. El chaval, de 7 años, no ha conseguido decidirse por un libro de cuentos. Sale Luis cabizbajo y entra Jorge, de 9 años. Va solo. "Buenas tardes, vengo a ver qué tenéis", dice, y se lanza a escudriñar y ojear libros hasta encontrar el deseado. "Luego vuelvo con mi padre", añade; da las gracias y se va. Cuenta Pilar, la librera, que Jorge regresó y compró, y que Luis también lo hizo.

En total son casi siete millones de españoles menores de 18 años a quienes se busca que descubran y conserven el amor por la lectura. La manera de acercar los libros a ellos va de acuerdo a franjas de edad, que dependen de la capacidad de lectura y desarrollo del menor. Aunque

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muchas veces, autores y editores se hacen un pequeño lío en la adecuación de textos e ilustraciones a los gustos de cada edad, según Antonio María Ávila, director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España. Se sabe, en cambio, cuáles son los pilares que darán origen a un buen lector: que los padres den ejemplo, crear una atractiva y asequible biblioteca en casa, leer a los más pequeños y acompañarlos en actividades lectoras, que padres y colegios den a leer un libro de acuerdo a cada edad y que la parte escolar afiance y fomente la lectura y actividades sin imposiciones.

Un aspecto a tener en cuenta es que hasta los 9 años, a la mayoría de niños le gusta que los animales hablen o que "ni a niños ni a jóvenes se les puede tratar como si fueran tontos; hay que adaptarse a su edad y lenguaje", afirma María Jesús Gil Iglesias, directora de Alfaguara Infantil y Juvenil. "Los menores", añade, "detectan enseguida cuándo se les escatima la realidad. Quieren que el autor sea su cómplice y que conecte con sus intereses y su mundo".

Los expertos insisten en que

es con la ayuda de la familia con lo que se crea verdaderos lectores. Dejan claro que de poco sirve obligar a los chicos a leer si los padres o los adultos no predican con el ejemplo, dice Paco García Novel, presidente de la Asociación de Amigos del Libro Infantil y Juvenil. A esa práctica hay que sumar la creación de bibliotecas familiares en las que los más pequeños tengan los libros a mano. Se trata de inculcar la filosofía de que la lectura es un acto solitario, espontáneo, gratificante y no una obligación escolar. Lo cierto es que los padres cada vez se dejan aconsejar más por los especialistas. Acompañan a sus hijos a elegir y comprar libros, y a los actos lúdicos que organizan las librerías.

Calidad, calidad, siempre

calidad, es la consigna de los expertos consultados por Babelia. Una calidad que debe ir acompañada de vigilancia hacia la influencia de la escuela. Para García Novel, "sus imposiciones pueden acabar dañando. Muchos de nosotros llegamos a odiar el Quijote y a nuestros jóvenes puede sucederles lo mismo con otros autores". Por eso, recuerda José Luis Cortés, director de publicaciones del Grupo SM, es importante que los profesores den, especialmente a los preadolescentes, lecturas de clásicos pero no a cualquier edad, ni cualquier edición, y teniendo en cuenta el lenguaje de cada obra para no matar la afición.

Esto responde a que cada franja de edad tiene sus lecturas, sus preferencias y estrategias de seducción. La encuesta en España sobre el hábito lector realizada por la Fundación Bertelsmann, y publicada en abril, revela que los niños leen más hasta los 10 años. Hasta entonces cerca de la mitad de los consultados declaran que les hace "mucha ilusión" que les regalen un libro. Una ilusión que desciende hasta un 10,5% en los preadolescentes, a partir de los 11 años, con la consiguiente caída progresiva de horas dedicadas a la lectura. Un bache que se vive hasta los 16 años, cuando los hábitos lectores suben un poco y logran llegar al 18%.

Algunas de las causas de este descenso en la lectura es el interés de ellos en descubrir la vida real como consecuencia de la experimentación de sus cambios físicos, emocionales, sentimentales y nuevas aficiones, explica Cortés. Y, además, porque como cuenta Rodrigo, en tercero de ESO, casi no tienen tiempo, "sólo nos da para estudiar y completar con los libros que recomiendan los profesores". El reto está en el colegio y el hogar. "En lograr que ocio y fantasía sean compatibles con la pedagogía", dice Lola Abelló, pedagoga y presidenta de la Confederación Española de Asociaciones de Padres de Alumnos.

Otra clave que podría contribuir a reducir el descenso de lectores entre los 11 y 16 años puede estar en Alemania. Según Michaela Hertel, directora de la Fundación Bertelsmann, quienes suelen comprar los libros para estos chicos son madres y abuelas, con portadas más pensadas para ellas, sin tener mucho en cuenta que ellos "rechazan la palabra juvenil". Las librerías, además, deben distinguir muy bien las estanterías de infantil y las de juvenil porque, a partir de los 12 o 13 años, todos detestan la palabra "infantil".

Precisamente la gran noticia de la literatura juvenil de los últimos años, según Cortés, está "en la incursión de aspectos que van desde la amistad hasta modelos éticos y de comportamiento, pero desde el punto de vista del realismo". Más que la literatura fantástica o de libros similares a Harry Potter, "la novedad no reside tanto en el ropaje como en el tratamiento de aspectos esenciales de la vida en una edad en que los chicos están en la búsqueda de sí mismos".

Son aspectos que ya fueron estudiados a fondo por el psicólogo Bruno Bettelheim en los más pequeños. En su obra de los setenta El psicoanálisis de los cuentos de hadas, se centró en defender historias de este tipo por su función liberadora y formativa, para cubrir las necesidades literarias de esos pequeños que viven la fase de descubrir por sí mismos valores como los de justicia, felicidad y amor, o la manera de combatir los miedos, prescindiendo de las pautas impuestas por pedagogos, padres, maestros o religiones varias.

Por eso los clásicos siguen sien

do importantes. Fundaciones como la Germán Sánchez Ruipérez, cuya filosofía, bien reflejada en su página web, prescinde del criterio de las superventas y recurre a la consulta entre expertos para aplicar sus recomendaciones. Madame d'Aulnoy, Charles Perrault, los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen

..., autores de cuentos de hadas y brujas, la mayoría de ellos basados en los relatos de origen rural, se mantienen entre los que reclaman los más pequeños (las niñas hasta más avanzada edad), en un acto de supervivencia de la fantasía sobre la hiperprotección paterna de los años setenta que rehuía cuentos como el de Caperucita o Pulgarcito, obsesionada por el posible trauma que pudiera causar en sus hijos un lobo que come niños o un padre que mata hijos.

En cuanto a la tan mencionada mala influencia de la televisión sobre los hábitos de lectura no parece asustar a los expertos. García Novel, que trabajó como asesor de programas infantiles y juveniles en la televisión, asegura que "los jóvenes no ven la televisión de forma fija".

Por lo pronto, creadores, editores y libreros españoles viven momentos de optimismo y dinamismo. La mitad de la narrativa que se edita en España va dirigida a niños, adolescentes y jóvenes, es decir, a una quinta parte de la población. Las cifras de ventas han subido un 10% en el último año (272,29 millones de euros en 2003, frente a los 245,43 millones de 2002). Una vitalidad que se refleja en que España es el invitado de honor en la Feria de Bolonia (Italia) de 2005, la más importante del sector en Europa, en la que también habrá una amplia exposición de 73 ilustradores españoles.

Los protagonistas del sector coinciden en que todo iría mejor si los medios impresos y audiovisuales dieran más espacio a la orientación y crítica de esta literatura. Como hace el Club Kirico, al que pertenecen librerías como El Dragón Lector, que fomentan la lectura como pieza esencial del desarrollo.

Ilustración de Tullio Pericoli sobre Stevenson.
Ilustración de Tullio Pericoli sobre Stevenson.

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