Un paseo otoñal
Velada de tonos grises o vacuna contra la tristeza, la ofrecida por este cuarteto escocés que decidió en sus inicios tomar prestado su nombre del ciclista español Pedro Delgado y cuyo modo de hacer en lo musical les emparenta con grupos de culto, como Gorgy´s Zygotic Mincy o los más mayoritarios Flaming Lips.
Precedidos en escena por el pop folkie del numeroso grupo Hidden Camera, que también causó buena impresión, The Delgados irrumpían en escena debidamente reforzados con la presencia de dos teclistas que a su vez tocaban violín y chelo y que fueron quienes aportaron riqueza sónica a un modo de entender la música que encontró sus momentos álgidos en la década de los noventa.
La banda ofreció en el concierto de Madrid un hermoso duelo interpretativo entre los talentos como vocalistas de Emma Pollock y Alun Woodward. Poseedores ambos de gran capacidad para sumergir, mediante su voz, al espectador en poemas musicados que revelan la belleza de la desolación, el paisaje de la angustia, el panorama de los sentimientos desesperados, todo ello sin renunciar nunca a una salida más o menos esperanzadora, el repertorio interpretado fue un agradable paseo otoñal a lo largo de la discografía del grupo, haciendo especiales paradas en los tres últimos álbumes: The great eastern, Hate y más reciente Universal audio. El resultado es un pop de guitarras forjador de atmósferas emocionales de densa textura, como quedó demostrado en temas nuevos como Is that all I came for?, Everybody come down o Now and forever, con la que cerraron la actuación, o bien en clásicos de la banda como American trilogy o Everybody comes down.
The Delgados + Hidden Camera
The Delgados: Emma Pollock (voz y guitarra), Alun Woodward (voz y guitarra), Stewars Henderson (bajo) y Paul Savage (batería). Sala Arena. Madrid, 15 de diciembre.
Faltaba sangre
Por el contrario, lo estático de la puesta en escena y la continua impresión de que al grupo le faltaba sangre en las venas hizo pensar que tal propuesta será complicado que cuaje en capas más amplias de público. Más que nada, porque este tipo de música es bella. Particular y delicadamente bella. Pero, francamente, muy poco entretenida y nada vitalista. Es lo que tiene la poesía: que si te pasas de languidez, sobreviene cierto hastío.
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