Una trampa mortal eliminada de los estadios en 1994
El estadio Vicente Calderón estrenaba en España en 1977 un invento para separar a los aficionados del espectáculo: unas altas vallas metálicas. Una trampa mortal que acabó por ser obligatoria, por ley, en todos los campos. Sólo se admitía una variante: un profundo foso que llegado el caso engullía espectadores. Así, en 1989, murieron, aplastados, 96 aficionados del Liverpool intentando escalar esas vallas que separaban el césped del graderío del estadio del Sheffield. Los agentes, preocupados por el vandalismo, hicieron retroceder a quienes consiguieron saltar. En aquellas fechas el fenómeno hooligan eclipsaba todo lo demás.
Tras los sucesos de Sheffield, los clubes ingleses deciden, paulatinamente, eliminar la separación con los seguidores. En 1993 sólo quedaban dos campos vallados en Inglaterra. En España, al Barcelona se le ocurrió suprimir las vallas en 1994. La Comisión Nacional Antiviolencia, le autorizó "como experiencia piloto". Se empezaba a poner "en suspenso" la ley que regulaba la seguridad en los recintos deportivos. Poco antes, la FIFA adviertió de que amonestaría a los jugadores que celebren un gol en las vallas, que pasaron a ser "intocables". Pero la normativa no tiene ya vigencia, porque en ese mismo año, 1994, todos los clubes y la propia FIFA en el Mundial de Estados Unidos, decidieron suprimir los parapetos y los fosos. La lista de catástrofes en los estadios cuenta con más de un millar de víctimas. La mayor tragedia ocurrió en Lima en 1964: en el estadio nacional fallecieron 301 personas asfixiadas contra las puertas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.