_
_
_
_
_
Reportaje:FÚTBOL | Liga de Campeones: concluye la primera fase

De suicidios y óperas

El Roma deja la élite en un silencio sólo roto por los gritos de los jugadores y los locutores

Enric González

Los suicidios sinceros se cometen en silencio, a solas y sin notas de despedida. La cuarta hermana del fútbol italiano quiso matarse de esta forma. Se desprendió de Totti, Cassano, Montella y otras ataduras terrenales y, arruinada y enferma, con la casa vacía, se rindió sin pelear. De las siete hermanas que componían la familia cayeron ya en su día la Fiorentina, el Parma y el Lazio. Fallecido el Roma, descanse en paz, quedan las tres mayores. Sólo la Juventus, el Milan y el Inter permanecen en el mundo de los vivos, el de los que aspiran a ganar algún título o, en general, a algo.

Lo que pasa es que en Roma ni los suicidios más tristes consiguen desarrollarse en serio. Roma es una ópera, una eterna ficción. En la ópera, las divas cincuentonas simulan ser doncellas y, cuando mueren, lo hacen entre gorgoritos. Por más solas que estén en el momento final, siempre pasan por allí un coro, algún tenor afligido, un padre arrepentido con voz grave y, si se tercia, un batallón de húsares. Como ayer en el estadio Olímpico. La Roma (por una vez, permítase el femenino italiano) se disfrazó de juvenil damisela y, entre ayes y suspiros, ante una peña de figurantes de lo más raro, se despidió por muchos años del fútbol de nivel continental.

Como en la ópera, el suicidio no tuvo nada de silencioso. Se oían los gritos de los jugadores. Pero también, mucho, las vigorosas retransmisiones de los periodistas radiofónicos españoles. Y los ocasionales aplausos de un público fino, bien vestido y mayormente madridista, pero público al fin y al cabo (más que a puerta cerrada, fue un encuentro a puerta entreabierta), y las ocasionales exclamaciones del grupito de capi tifosi que se coló en la ceremonia del adiós, y un coro de fanáticos romanistas que, como los esclavos de Nabucco, se pasaron el rato cantando sus penas cerca del Olímpico. No se conoce ninguna ópera en la que un par de secundarios se entretenga durante el tercer acto liándose un porrito, pero en la de ayer se dio el caso.

No tardará en llegar el día en que la afición romanista tome consciencia de que la Roma se ha convertido en la pequeña Romita, exorcizada durante años por el dinero de Franco Sensi y los goles de Totti. Quizá el día llegará a final de temporada, cuando se vaya Cassano y, probablemente, se vaya también Totti y el objetivo vuelva a ser pelear con el Udinese, la Sampdoria y demás por una plaza de la Copa de la UEFA. Ésa será otra ópera. Algo en la línea de lo más tétrico de Richard Strauss, por ejemplo. De momento, una señora gorda ha entonado el adiós a la vida y ha quedado tendida sobre el escenario. Permanece en pie otra diva gorda, vestida de blanco, que ayer se limitó a asistir a un suicidio bufo en un escenario vacío lleno de gente. Veremos quién canta al final.

Los jugadores posan para las cámaras ante las gradas vacías del estadio Olímpico.
Los jugadores posan para las cámaras ante las gradas vacías del estadio Olímpico.ASSOCIATED PRESS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_