El 'hermano pequeño' de Eto'o
Llorente, máximo goleador de Segunda con el Eibar, pasó un calvario en la Real Sociedad
Joseba Llorente es el pichichi de Segunda con doce goles, la misma cifra que el también delantero azulgrana Joseba Llorente (Hondarribia, 1979) ha recorrido la travesía del fútbol a pasitos cortos e inseguros. Contó con su momento de gloria a finales de los 90, cuando se perfilaba como el delantero de futuro de la Real Sociedad, pero cinco años después ha tenido que demostrar su valía fuera del conjunto donostiarra y en el momento en el que las antiguas jóvenes promesas comienzan su nomadeo por los conjuntos de Segunda B y Tercera. Con 25 años recién cumplidos, Llorente ha vivido con tristeza como el club de sus amores le cerraba las puertas y el vecino pequeño, el Eibar, le dejaba entrar para convertirse en la nueva cara del equipo armero, que asombra en Segunda con su liderato y su fútbol. "El año pasado tuve muy buenas ofertas económicas de Segunda B, pero pensé que podía ser mi último paso en el fútbol y que me costaría mucho volver a subir", afirma Llorente. Tras la crisis, y ya sentado en el conjunto armero, el delantero de Hondarribia ha logrado doce tantos en las 15 jornadas de Liga, la misma cifra que Etoo en 14 partidos
. Además, el delantero vasco había batido a todos los cancerberos rivales durante ocho encuentros consecutivos, cifras nunca alcanzadas en Segunda. Ayer, en Almería, el meta Valerio rompió esta racha, ya que pudo parar las incursiones de Llorente. Sin embargo, no consiguió evitar que el tanto del Eibar, marcado por Mateo, viniera de una asistencia del ligero Llorente.
De aquel muchacho que comenzó a jugar a fútbol en los torneos playeros de su pueblo, cuando apenas levantaba un metro del suelo, y que soñaba con emular a José Mari Bakero en la mediapunta queda muy poco. Sólo la ansiedad a la hora de ver la portería rival y el chispazo de velocidad que desborda a los defensas rivales antes de que puedan ni tan siquiera reaccionar. La última víctima de esta voracidad fue el Lleida, que pugnaba por entrar en la cabeza de la clasificación y que, por culpa de Llorente, tuvo que seguir esperando turno en la zona tranquila. Pero el gesto que resume su carácter lo protagonizó hace ya tres jornadas tras acabar el partido contra Alavés. A la hora de retirarse a los vestuarios y después de haber logrado los dos tantos de los azulgranas, el delantero se zafó de dos compañeros que le abrazaban por su actuación, controló una botella de plástico que le lanzaron con desaire desde la grada, la levantó en el aire, se la acomodó sin dejarla caer y la empalmó como si el partido todavía no hubiese acabado. "En este momento, remato todo lo que me echen, hasta un ladrillo si hace falta", bromea Llorente.
Pero para llegar a su actual idilio con el gol ha tenido que aprender a sufrir los sinsabores del fútbol profesional y la masiva llegada de jugadores extranjeros. Bernd Krauss le dio la oportunidad de debutar en Liga con 18 años; luego Clemente confió puntualmente en él hasta que llegaron las lesiones. Problemas con el menisco y dos operaciones en los ligamentos laterales de las rodillas cortaron su progresión. El Eibar le acogió durante la temporada 200-2001 y compartió equipo con su amigo Xabi Alonso, pero la Real lo reclamó en diciembre para completar al equipo. Hasta que en verano de 2003 la Real Sociedad anunció que no le iba a renovar y el jugador pasó por un calvario. "Fueron meses de no jugar o jugar poco, en los que aprendí a sufrir y esperar", recuerda. También conoció a Reynald Denoueix, el técnico galo, que le influenció mucho. "Era un hombre muy tranquilo y educado fuera del campo y, dentro, sabía tanto de fútbol que me dejaba alucinado", prosigue.
En la temporada de éxitos de la Real, la que les llevó hasta el subcampeonato, Nihat y Kovacevic resultaban inamovibles en la delantera. "Esa temporada en la Real era todo muy bonito, pero si no juegas te tienes que buscar un equipo y pronto", recapacita Llorente. Y otra vez el Eibar fue el más interesado.
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