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Zapping

Parlamento basura

Tele 5 anima las mañanas del sábado con un programa ameno, Kombai & Co, que incluye un espacio de manualidades. Es la versión infantil de Bricomanía, pero con más gracia y menos aparatos. El otro día hicieron un cohete zapatero, un invento en forma de cohete para guardar zapatos. Cada vez que decían "cohete zapatero" se intuía un retintín irónico. Consiguieron resumir en un objeto para todos los públicos el carácter de esta agitada era del Talante: cohete para perderse por el espacio y zapatos para pisar algún maloliente obstáculo, propio o ajeno.

Ingrávidos

De viajes espaciales habló el astronauta Pedro Duque en Lo + plus, un programa que crea una extraña sensación de déjà vu. Duque se refirió a los viajes privados al espacio, esos que, a cambio de una pasta gansa, permiten al viajero pasar unos minutos en estado de ingravidez, contemplando el cielo curvo, el espacio infinito y, presidiendo este paisaje, el vulnerable planeta azul, con sus millones de infectados por el sida, el paro, el hambre, la tele-basura o las hipotecas. Es una visión tan intensa que, al parecer, te olvidas de muchas cosas. De ver la televisión, por ejemplo.

Padres

Leo que la cadena de televisión Al Manar, financiada por el grupo chií Hezbolá y que acaba de ser prohibida en Francia, programa un telediario con una atípica presentadora. Se llama Eline Briand y tiene 21 años. Hija de una alemana y un francés, ambos ateos, Eline tuvo una educación laica hasta que empezó a interesarse por el catolicismo y el budismo. En el instituto descubrió el Corán y, pese a que sus padres quisieron impedírselo, se casó con un libanés y se convirtió al islam. Luego se presentó para cubrir la plaza de presentadora y, dejando sólo su rostro visible para respetar la prescripción coránica, le habla a la cámara. De sus padres hace tiempo que no sabe nada, pero viendo lo que ocurre en el mundo de las presentadoras de noticias, no me extrañaría que, a través de algún remoto satélite o con una antena ilegal conectada a un cohete zapatero, estuvieran viendo a su hija con la esperanza de entenderla con efectos retroactivos, esa forma de comprensión tan utilizada en las comisiones parlamentarias.

Parlamentarios

Manuel Marín, presidente del Congreso, se muestra impotente para contener la maleducada expresividad de muchos diputados, que denigran el concepto mismo del verbo parlamentar. Interrumpen, vociferan y se comportan como cualquier concursante de Gran Hermano. Confunden la oratoria vehemente, tradicional en otros parlamentos, con la peña de hinchas del fútbol. Marín no puede con ellos y recuerda a Sidney Poitier en Rebelión en las aulas. Ahora puede parecer una anécdota, pero estos espectáculos, sumados a la inoperancia de quienes interrogaron a José Maria Aznar en la comisión del 11-M, son una fábrica de abstencionismo y desencanto.

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