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Crónica:Copa Davis 2004 | ESPAÑA, A UN PUNTO DE SU SEGUNDA ENSALADERA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Niño desarma los misiles de Roddick

La espontaneidad y el desparpajo de Rafael Nadal dejan inerme al 'número uno' estadounidense

Aquello fue un hervidero. Los 26.000 espectadores que llenaban la pista central del estadio de La Cartuja saltaron de sus asientos cuando el último revés de Andy Roddick salió por la línea de fondo. Rafael Nadal se dejó caer al suelo y el público chilló, como loco, mientras el palco de los jugadores españoles se convertía en una exclamación unánime. Puños alzados, abrazos, un derroche de sentimientos que estallaron de golpe cuando el mallorquín, de 18 años, ganó al número dos mundial por 6-7 (6-8), 6-2, 7-6 (8-6) y 6-2 en tres horas y 38 minutos. Todo el equipo español y el G-3 se fundió en una piña. España concluyó la primera jornada con un impensable 2-0 después de que Carlos Moyà hubiera superado en el partido inicial a Mardy Fish. La segunda Ensaladera está sólo a un punto.

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El acierto de los capitanes al nominar a Nadal como segundo jugador en detrimento de Juan Carlos Ferrero, que no está a su mejor nivel, se hizo patente desde el primer momento. El primer set que disputó ante Roddick fue tan espectacular que causó un impacto emocional, ¡y físico!, en el estadounidense. Parecía imposible lo que se estaba viendo: el campeón del Open de Estados Unidos de 2003 y subcampeón del torneo de Wimbledon de 2004, el tenista al que se le suponía un misil en el servicio, estaba luchando con la humildad de un principiante para evitar que se le escapara el partido contra un muchacho que ocupa el 51º puesto y que el pasado verano ganó su primer título del circuito: el polaco de Sopot.

Bastaron tres juegos para que Nadal acabara haciendo añicos la leyenda que pesaba sobre la imbatibilidad del saque de Roddick. La manga pareció perdida para el balear cuando el estadounidense le rompió el saque en el segundo juego y en el cuarto. Sin embargo, bastó ese espacio de tiempo para romper todos los tabúes: Nadal rompió a Roddick las dos veces y mantuvo la igualdad hasta forzar un desempate en el que acabó perdiendo tan sólo por un ajustadísimo 8-6 tras una hora y 11minutos de pugna.

Fueron los instantes más brillantes de un partido que no tuvo desperdicio. Aquello pesó como una losa en la mentalidad de Roddick porque descubrió que aquel chico que tenía enfrente no estaba dispuesto a salir de la cancha con la cabeza gacha. Al contrario. Lo que Nadal enfatizó a lo largo del primer set fue que ni su edad ni su inexperiencia en grandes finales suponían un problema para él. Tenía la espontaneidad y el desparpajo que da la juventud y no estaba cohibido por todo lo que representa Roddick ni por el momento que estaba viviendo: son rasgos propios de un gran jugador de la Copa Davis.

"Fue una locura", atinó a decir Roddick cuando le preguntaron cómo iba a explicar a sus nietos el partido; "jugué a buen nivel, pero tuve enfrente a un jugador que estuvo demasiado bien". A pesar de que sus misiles salían a 233, a 234, a 235 e incluso ¡a 239 kilómetros por hora!, Nadal no se asustó. Lo restó todo, ante la tensión y el desespero cada vez mayor de Roddick, que afrontó bolas de break en cada juego de la segunda manga. Su porcentaje de primeros saques fue algo más bajo de lo habitual (56%). Pero se anotó 32 puntos directos. Así que su principal problema no fue él mismo, sino su rival, la tierra batida y las condiciones de la pista, a nivel del mar y húmeda.

Cuando Roddick perdió el segundo tiebreak y se vio con dos sets a uno abajo, Nadal había puesto ya la directa. "Sí", confesó el manacorí; "al ganar aquel desempate, pensé que tenía el partido muy bien enfocado". Y así fue. Prosiguió con su nivel de aciertos en sus golpes de fondo (52 puntos ganados por 22 su adversario), superó a Roddick en buena parte de sus subidas a la red, abrió unos ángulos inverosímiles y acabó a dejadas con el norteamericano. Y ganó de forma avasalladora, dejando a Roddick abatido e incrédulo en su silla con su capitán, Patrick McEnroe, tratando en vano de procurarle consuelo. Fue la imagen más patética del día. Ninguno de ellos se esperaba semejante final en la apertura.

Andy Roddick, cabizbajo ante su incapacidad para plantar cara a Rafael Nadal.
Andy Roddick, cabizbajo ante su incapacidad para plantar cara a Rafael Nadal.PÉREZ CABO

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