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Crítica:POP | Kiko Veneno
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mucho genio, mucha figura

Diego A. Manrique

Son las cosas de este país, podríamos frivolizar. En los últimos tiempos, Efe Eme y Rockdelux han revisado en sendos números especiales la discografía del pop español. Ambas publicaciones, de estéticas tan contrastadas, han coincidido en colocar el primer disco de Veneno en lo alto de sus listas. Decisiones discutibles, ya que Kiko Veneno tiene obras más satisfactorias, como Échate un cantecito, pero está bien que se reconozca la inauguración de una muy sureña manera de entender la creación musical contemporánea, hoy con abundantes continuadores. Lo penoso es que semejante personaje lleve años sin discográfica, quemado por sus tormentosas relaciones con la industria.

La buena nueva es que Kiko ha vuelto a componer y grabar. Todavía sin contrato, ha decidido llevar las canciones, nuevas y viejas, directamente al público. Unos seguidores numerosos y altamente entusiastas, como demuestran durante sus dos conciertos en Clamores. Y no se ha reblandecido: sigue teniendo reacciones de navaja automática. Así, se enfada -seriamente- con el runrún del personal, algo difícilmente evitable en una rebosante sala de copas. De todos modos, los asistentes están encantados. Kiko tiene muchos palos: flamenquito y blues, propuestas para mejorar la vida y observaciones del microcosmos de la pareja, historias y confesiones.

Kiko Veneno

Kiko Veneno (voz, guitarra, armónica) y Charly Cepeda (guitarras, coros). Sala Clamores. Madrid, 1 de diciembre.

Acompañado por un inspirado Charly Cepeda, que toca con tanta fuerza que rompe una cuerda en varias ocasiones, Kiko va clavando su repertorio en el corazón de los espectadores. No hay problemas con el cancionero clásico, que es coreado a pleno pulmón, como corresponde a himnos de la nueva España como Volando voy o crónicas falsamente surrealistas como Los delincuentes. Lo hermoso es comprobar que los temas frescos también conectan. Destaca Satisfacción, con sus misteriosos versos -"Qué bonito es saber / que no hace falta tener razón"- y su guiño final a los Rolling Stones. Sin olvidar Contigo, candidata al título de la más sublime canción de amor "venenosa", o Bilonguis, inspirada por esa voz aeronáutica que nos insta a no olvidar nuestros "personal belongings". Kiko Veneno en estado de gracia.

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