20 años de relaciones diplomáticas
En el horizonte próximo, al cumplirse 400 años desde la primera edición del Quijote, hay otro aniversario bastante menos conocido para la opinión pública, pero de una indudable relevancia para la política exterior española: el vigésimo aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre España y el Estado de Israel, lo que nos permitirá aprovechar esta magnífica ocasión para revisar el importante acervo que ambos pueblos tienen en común. Un acervo de claroscuros, como prácticamente todas las relaciones de gran calado en la historia, pero cuyas raíces, por poco que se escarbe, se adentran en lo más hondo de la cultura española: el propio Cervantes, según una conocida tesis de Américo Castro, podría ser de origen sefardí.
El camino recorrido ha dado su fruto, y las relaciones se desarrollan con vitalidad propia
No cabe duda de que la lógica de las relaciones hispano-israelíes está enraizada en un valioso patrimonio común, Sefarad, la profunda y duradera huella que han dejado los sefardíes en España. Una deslumbrante herencia, revestida de nombres propios como los del viajero y comerciante Benjamín de Tudela, el cabalista Moisés de León, el poeta León Hebreo, y sobre todos ellos, la figura del cordobés Maimónides, filósofo talmudista y médico, cuyo octavo centenario pude rememorar recientemente en Córdoba, en la inauguración del Congreso Rabínico Internacional presidido por SAR la infanta doña Cristina con la participación de los principales rabinos de todo el mundo. También es un legado que, más calladamente, puede percibirse paseando por las calles de ciudades como Madrid, Granada, Toledo y Barcelona, ciudades españolas que han sido testigos de importantes episodios de la agenda política y diplomática.
A la luz de lo anterior, no es aventurado decir que cuando, el 17 de enero de 1986, el primer ministro de Israel, Simón Peres, y el presidente del Gobierno, Felipe González, apadrinaron el acuerdo por el que se establecían relaciones diplomáticas entre España e Israel, no hacían sino instaurar un marco de relaciones acorde con su historia. Era una ocasión tardía, sin lugar a dudas, pero diversas circunstancias de la historia de ambos países habían impedido un anterior acercamiento. Fue en un contexto como el de los años ochenta, con España e Israel ya convertidos en jóvenes y vigorosas democracias, cuando cupo reflexionar sobre el carácter coyuntural de estos desencuentros y dar cumplimiento al objetivo -introducido por el propio presidente González en el texto del acuerdo hispano-israelí- de "preservar los antiguos y profundos vínculos que unen al pueblo español y al judío".
En esa clave -de gran carga simbólica para ambas partes- están escritos algunos momentos fundamentales de la historia de nuestras relaciones a partir de entonces: las palabras de su majestad el Rey en la Sinagoga de Madrid en marzo de 1992, la histórica alocución del Monarca español en el Parlamento israelí, con ocasión de su visita oficial a Israel, en noviembre de 1993, la visita de Isaac Rabin a Toledo en 1993 y, naturalmente, la concesión del Premio Príncipe de Asturias al Comité Internacional Judío Sefarad 92.
Pero, al margen de los símbolos, ¿qué han hecho España e Israel en estos primeros 20 años de relaciones diplomáticas? Mucho más, desde luego, de lo que cabe reseñar en estas breves líneas: han firmado más de veinte acuerdos de cooperación en materias de interés común (la desertificación, el medio ambiente, las técnicas de aprovechamiento agrícola, el desarrollo industrial, la energía); han establecido un sólido programa de intercambio cultural y educativo, han dotado becas para la movilidad de sus estudiantes. En el plano comercial, han fortalecido sus relaciones aprovechando la complementariedad de sus economías, creando un organismo bilateral para encauzar los contactos empresariales: la Cámara de Comercio Israel-España, con sede en Tel Aviv, que muy pronto tendrá su correspondiente sede en España.
Asimismo, durante estos años ha destacado la labor firme y continuada de España en diversos foros multilaterales, sobre todo en el ámbito de la Unión Europea, para integrar a Israel en el espacio común del Mediterráneo. No es casual, en este sentido, que dos acontecimientos cruciales como la firma del nuevo acuerdo de Asociación Israel / UE y la Conferencia Euro-Mediterránea de Barcelona tuvieran lugar durante la Presidencia española de la Unión Europea, en 1995. En los momentos más inciertos del Proceso de Paz, el proceso euro-mediterráneo ha demostrado su enorme valor como instrumento para el entendimiento; y en la actual situación de estancamiento e incertidumbre, la mesa de Barcelona es una de las pocas en torno a las que sigue sentándose Israel junto a sus vecinos árabes. Tampoco es casual que España albergue, desde 1998, el Foro Formentor, el privilegiado escenario para el diálogo por donde han desfilado numerosas personalidades israelíes.
El camino recorrido en estos 20 años ha dado su fruto. Las relaciones hispano-israelíes se desarrollan -al margen de los vaivenes de la coyuntura internacional- con vitalidad propia. En el curso de la última década se ha producido un intercambio incesante de visitas de jefes de Gobierno, ministros, comisiones parlamentarias y delegaciones técnicas. El año pasado, el comercio bilateral registró un aumento del 9%, superándose el umbral de los mil millones de dólares al año y convirtiendo a nuestro país en el sexto proveedor, dentro de la UE, de la economía israelí. En campos como la agricultura, la industria química o las telecomunicaciones se han creado empresas mixtas que operan simultáneamente en los dos países, y en sectores tecnológicamente punteros se han puesto en marcha proyectos hispano-israelíes de I+D. El Instituto Cervantes de Tel Aviv funciona ya a pleno rendimiento, proporcionando a los estudiantes israelíes la posibilidad de acercarse a un idioma que ya habla, o entiende, la quinta parte de sus compatriotas.
Los intercambios de personas también han aumentado de modo espectacular. Los flujos turísticos han crecido en los últimos años, así como el interés en nuestro país por conocer la cultura hebrea. Así lo demuestra la buena acogida de la iniciativa Caminos de Sefarad, del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, destinada a promover el conocimiento de las bellísimas juderías españolas. Otro tanto sucede con el mundo del deporte, donde nuestros equipos llevan décadas midiendo sus fuerzas al más alto nivel.
El sustrato de nuestras actuales relaciones nos coloca en una posición de privilegio para ahondar en las futuras, y el Gobierno español está decidido a aprovecharlo. Han comenzado los preparativos para conmemorar el aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas bilaterales. Estamos impulsando la creación de una Casa de Sefarad. También nos proponemos incluir en nuestro calendario una fecha para rememorar el horror de la persecución y la masacre del pueblo judío en Europa: un Día del Holocausto. La próxima primavera, Córdoba podría albergar la Conferencia sobre Antisemitismo de la OSCE. Deseamos, asimismo, desarrollar el vigente acuerdo con las comunidades religiosas judías en España, un texto que hasta la fecha no ha alcanzado el grado de desarrollo deseable.
Por encima de todos estos esfuerzos, queda pendiente la culminación del proceso de paz en Oriente Próximo. En estas fechas tan cargadas de aniversarios, no puedo por menos de recordar que el próximo 2005 se cumplirán 10 años del asesinato de Isaac Rabin, premio Nobel de la Paz y Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional. Es otra efemérides que quienes compartimos los valores por los que él dio la vida, no queremos que pase inadvertida, porque seguimos empeñados en que se alcance la convivencia pacífica de todos los Estados y pueblos de Oriente Próximo.
El autor analiza los numerosos acuerdos
suscritos entre ambos países desde el
establecimiento de relaciones diplomáticas, sin
olvidar el proceso de paz para Oriente Próximo.
Miguel Ángel Moratinos es ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación.
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