Sanción a la irresponsabilidad

El futbolista brasileño Serginho, del São Caetano, cayó fulminado al césped el pasado 27 de octubre. Un infarto mortal. Tenía 30 años, era padre de un niño de cuatro y trataba de exprimir económicamente la etapa final de su carrera a pesar de sus graves problemas cardiovasculares. Su club los conocía desde hacía ocho meses por sus exámenes médicos.

Precisamente ahora el São Caetano se ve ante el Tribunal de Justicia Deportiva de su país por no haber impedido a Serginho seguir en activo. El fiscal del caso, Murilo Kieling, pide que sea sancionado con la pérdida de 180 puntos, seis por cada uno de los 30 partidos que su defensa disputó una vez que su mal había sido detectado. Él mismo había pedido a su entrenador que le recomendase "un buen cardiólogo", pero no quería dejar de jugar.

"El São Caetano tendrá que perder el doble de los puntos válidos por choque porque sus dirigentes sabían desde antes del inicio del campeonato la dolencia de Serginho", razona Kieling. El presidente del tribunal, Luiz Sveiter, había calculado que el castigo fuera de 24. Actualmente, el equipo tiene 77 y es el cuarto en la Liga brasileña. "Aún tengo que leer el proceso para saber qué es lo que la fiscalía pide en concreto", aduce Sveiter.

Lo cierto es que Kieling se apoya en una fórmula prevista en los reglamentos del código de justicia deportiva. Según éste, la pena debe aplicarse desde el momento en que la entidad tuvo conocimiento del problema. De prosperar su tesis, el São Caetano descendería a la Segunda División.

El abogado del club, João Zamforlim, calificó de "absurda" la petición de Kieling e insistió: "Los dirigentes no tienen responsabilidad alguna. Ni criminal ni deportiva. Es un hecho casual".

La muerte de Serginho sobre el campo no es única. En los últimos tiempos también han perdido la vida en pleno partido Foé, internacional de Camerún, y el húngaro Feher, del Benfica.