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Sarkozy toma las riendas de la derecha francesa como trampolín para la presidencia

Decenas de miles de personas aclaman al nuevo jefe en un congreso 'a la americana'

Una nueva era de la política francesa comenzó ayer cuando Nicolas Sarkozy, el joven y ambicioso rival de Jacques Chirac, el hombre que truena contra el "pensamiento único de la izquierda", fue proclamado presidente de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) con el 85,1% de los votos. Decenas de miles de militantes se entregaron al jefe recién estrenado como la tabla de salvación que permita enderezar una maquinaria política caída al sótano del 16% de los votos y que le sirva de trampolín para alcanzar la presidencia de la República, en 2007.

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Minúsculo en medio del gentío y de la trompetería ambiente, Sarkozy templó y mandó como quiso en un discurso de hombre de Estado, entreverado de vetas partidistas. Como un director de orquesta, impuso su voz al griterío; hizo aplaudir a los tenores e instrumentos que le interesaban -ahora, a los senadores y diputados; más tarde, a la esposa del presidente Chirac, presente en la sala "en representación de su marido"; después, al primer ministro, Jean-Pierre Raffarin- dejando clara su primacía.

Lo más ovacionado fueron los ataques a la izquierda -que representa "el statu quo, la gestión del paro, el inmovilismo"- y las promesas de "rehabilitar el trabajo" y de reducir el "Estado asistencial". Con el tono del buen yerno que intenta tranquilizar a su familia política, el líder dio la impresión de ser el hombre adecuado en el momento oportuno, capaz de acabar con los miedos de las clases medias y de la Francia profunda hacia la globalización y el declive de su país.

Reivindicó para Francia el papel de "actor de primer orden" en el siglo que las potencias emergentes -China, India- reivindican como el suyo. Alabó la reunificación de Europa e hizo aplaudir las citas de Lech Walesa, Václav Hável y del papa Wojtila, como los símbolos del "triunfo de la libertad" en los países comunistas. También apostó por la Constitución europea, lo cual le valió aplausos tibios, pero Sarkozy no puede permitirse que Chirac le arrebate la bandera del "europeísmo"; y además un discurso contra la izquierda (en Francia) exige apostar por la Constitución, ya que la rechaza incluso un sector del socialismo.

Nacionalista a la busca de votos, Sarkozy aseguró enfáticamente que "Francia no es un pasado; es un futuro". Un país capaz de "inventar y simbolizar un modelo exitoso, no inspirado en los modelos de otros, sino capaz de inspirar a los demás". "Y si no creemos en las 35 horas, no dudemos en abordar una reforma profunda: el que trabaje más, ganará más, eso es la igualdad republicana, la equidad antes que el igualitarismo", un valor que Sarkozy declaró desterrado del movimiento encarnado por él, mezcolanza de neogaullistas, centristas y liberales.

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¿Qué cambia para Francia, para Europa, la presencia de Sarkozy al frente de la derecha francesa? Formalmente, nada, puesto que el jefe del partido no tiene poder sobre el Gobierno, ni es el jefe oficial de la mayoría parlamentaria. Lo que cambia la situación es el talante de Nicolas Sarkozy, la popularidad que ha alcanzado y el populismo del que hizo gala en un congreso multimillonario, organizado ayer como un gran show a la americana. El líder recién elegido leyó un mensaje de Chirac, en el que éste llamaba a la unidad como valor supremo.

Chirac ha obligado a Sarkozy a salir del Gobierno -hoy dimi-tirá como ministro de Economía- para que no acumule tanto poder en sus manos. Pero Sarkozy, que nunca ha formado parte del círculo íntimo del actual jefe del Estado, tiene todas las trazas de que no va a parar en el intento de tomar el despacho de Chirac y convertirse así en toda una novedad dentro del grisáceo panorama actual del liderazgo político europeo.

Nicolas Sarkozy se dirige a sus fieles en el congreso de su partido celebrado en Le Bourget, al norte de París.
Nicolas Sarkozy se dirige a sus fieles en el congreso de su partido celebrado en Le Bourget, al norte de París.AP

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