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LOS ESTUDIOS DE DANZA

Supervivientes en tiempos difíciles

No son tiempos fáciles para la danza. A los niños no se les educa para que la aprecien, y el resultado es que se despiertan pocas vocaciones y el público no la demanda en los teatros. Ésta es la queja más común entre profesores y bailarines. "La danza, al ser una enseñanza de régimen especial, no está en el currículo de la educación obligatoria. Nadie cuestiona que haya que estudiar matemáticas. ¡Pues lo mismo tendría que ocurrir con la danza!", explica la profesora del Real Conservatorio Profesional de Danza de Madrid, Eva López Crevillén. Y el director Víctor Ullate añade: "Los alumnos tendrían, por lo menos, que estudiar Historia de la Danza en los colegios, para que al menos se despertase su interés".

Como en otras profesiones, a muchos bailarines españoles no les queda más remedio que emigrar. "En España les quitan el pan y la sal", se lamenta Ullate. "Se ven obligados a dar trompicones porque no hay tradición ni educación en la danza. Les pasa como a los actores, que hasta que no triunfan fuera no se les aprecia en España", continúa. "Conocí a un bailarín flamenco de 65 años que me confesó que no podía parar de bailar y se iba de giras por Japón. '¿Cómo voy a parar si necesito el dinero?', me decía", prosigue Ullate.

La vida de un bailarín es muy corta, no más de 40 años. Desde que empiezan saben que tendrán que dejarlo pronto. "Pero son tan perfeccionsitas y responsables que una vez que se retiran son capaces de hacerlo bien en cualquier otro trabajo", asegura la directora del Real Conservatorio Profesional de Danza de Madrid, Virginia Valero.

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