Se lo debo a los lectores

¿Quién puede pensar que alguien envíe un libro ya premiado, meses atrás, a otro concurso y que, además, no se sepa en unos minutos? Ahora las evidencias muestran que me confundí y en lugar de enviar dos libros distintos llegó el mismo a dos concursos.

Es cierto que poco después de recibir la noticia del Premio Loewe recordé el título del texto oído por teléfono y temí que me hubiese equivocado en los títulos, en el contenido o en ambos; y, por si acaso, notifiqué a Almendralejo que me enviase una copia y que, si era así, renunciaba al Premio Espronceda, creyendo que eso bastaba para solucionar uno y otro premios sin daño para nadie: el Espronceda pasaba a otro autor y yo quedaba apto para el Loewe.

Ante la incertidumbre, sólo dije, cuando me entregaron una copia para leer algún poema, en la presentación del Loewe, que aquel texto no era el que creía haber remitido.

Antes de que pudiese aclararlo ya lo habían ensombrecido los amigos de las crucifixiones. Las bases del concurso me descalifican. Justo es aceptarlas en silencio.

Nadie me cree. Por si fuera poco, ponen en mi boca altanerías y soberbias sobre mi libro, cuando, como toda mi escritura, vale tanto como las cáscaras de plátano y sólo me sirve de terapia mientras escribo.

Afortunadamente, Correos puede dar fe de la existencia del segundo libro en cuestión, ya que uno de sus versos es, precisamente, "devastaciones, sueños".

¿Debía haber renunciado al Loewe sólo por la inesperada sospecha? ¿He cometido alguna indignidad? Abrumado por la parafernalia, no la veo.

Ojalá el tiempo me aclare sin dolor las cosas. Mi agradecimiento tanto a quienes me defienden como a los que me desprecian. Unos me hacen huir de la misantropía, y otros no me impedirán creer en la presunción de inocencia.