Laporta debe una explicación

Hasta cinco presidentes de club se desmarcaron del acuerdo vinculante de la Liga y votaron a Ángel María Villar como presidente de la Federación Española cuando habían convenido que apoyarían a Gerardo González. Entre los que se hicieron el longuis está Joan Laporta, máximo dirigente del Barcelona, entidad que se postula como referencial en el fair-play y la tolerancia cero contra la violencia. A la directiva del Barça le correspondería consecuentemente dar una explicación si pretende mantener su imagen de club serio y responsable, muy alejada de la que sostuvieron anteriores juntas, expertas en hacer la pirula.

Puede que a una parte del barcelonismo le baste con saber que Florentino Pérez está que trina con Laporta para aplaudir a su presidente. A otros socios azulgrana, en cambio, les encantaría saber los motivos del desencuentro con el Madrid después de que sus presidentes se den el pico en la previa de cada clásico. Una cosa es la deportividad y otra la falsa apariencia. A nadie le sorprendería que dos instituciones tan opuestas viajaran por vías distintas o, al menos, defendieran posiciones contrapuestas, tanto en la Liga o, como ya viene ocurriendo, también en el G-14, el colectivo que agrupa a los grandes clubes europeos. Laporta está en su derecho de competir con Pérez por el control de los órganos de gobierno, así como de preferir a Villar antes que a González por mucho que se diga que entre uno y otro no hay diferencia, sino que ambos expresan lo mal que va el fútbol. Lo que no puede hacer el presidente del Barça es saltarse a la torera los acuerdos de la mayoría y aparecer alineado en un bando que cuenta entre otros delanteros con Joan Gaspart, protagonista de uno de los episodios más tristes del barcelonismo en el contencioso con Figo.

La falta de palabra de Laporta alimentará precisamente la cháchara de quienes entienden que su posición obedece exclusivamente al interés por evitar el cierre del Camp Nou, próximamente amnistiado de los dos partidos de sanción por haber lapidado al hoy delantero del Madrid. No estaría nada bien que la gente pensara que si el estadio azulgrana ha continuado abierto es más por la benevolencia de Villar que por el contencioso presentado por Josep Maria Coronas, defensor de que el club no podía tener mayor castigo que el de ser penalizado por la vía deportiva y también administrativa. A la gent blaugrana se la tiene mientras tanto en ascuas. Ante los que defienden que había que evitar la clausura como signo de virginidad, porque el fin justifica los medios, se presentan los que asumían la pena como muestra de dolor por un pecado reprobable desde todos los frentes, aficionados que preferían la cárcel por dos días que el indulto eterno, medida de gracia que desde el bando rival se entiende como una concesión a cambio del voto.

A Laporta le conviene interceder entre ambas posiciones y contar la otra media verdad porque, si no, la gente se quedará con la otra media mentira. Puede que la estrategia del presidente sea fácil de seguir para los que tienen su número directo. A otros, en cambio, les cuesta entenderle no sólo por su proceder en la Liga, sino también en el propio Camp Nou. La comunicación que la delegación del Gobierno en Cataluña y la propia policía han dirigido a los distintos medios de comunicación respecto a la pancarta Catalonia is not Spain es el último ejemplo.