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IDA Y VUELTA
Columna
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En tal día como hoy

Hoy, 28 de noviembre, faltan 33 días para que termine el año. El número no deja indiferente a nadie, tal vez porque para unos representa el número de vértebras del ser humano, para otros la edad que tenía Cristo cuando le crucificaron. Para unos, los 33 grados de la masonería, y para otros -siguiendo a los mayas-, el número que nos revela la naturaleza matemática de Dios. Puede que tanta relación de este número con lo divino fuera lo que en su momento engendró el doble de este número, el 66, que acabó convirtiendo al 666 en el número del diablo. En estos días, por cierto, ha aparecido la novela de Roberto Bolaño que lleva por título 2666. ¿Quién da más?

Sigamos con el diablo. En tal día como hoy, hace exactamente 75 años, es decir, el 28 de noviembre de 1929, Fernando Pessoa recibió por correo una circular que anunciaba la publicación de las Confesiones de Aleister Crowley. El nombre, a Pessoa, le resultaba conocido por el escándalo internacional que perseguía la vida de este escritor inglés, que se llamaba a sí mismo La Bestia 666 y era satanista, poeta, filósofo, pornógrafo, montañero, heroinómano, ajedrecista, mago sexual y espía. Haciendo un esfuerzo económico, según el propio Pessoa explica, decidió adquirir el libro. Al leerlo, descubrió un pequeño error en el horóscopo que Crowley había confeccionado sobre sí mismo y decidió escribir a la editorial para que le comunicaran al satanista que el horóscopo estaba equivocado, "pues mister Crowley nació un poco antes de la hora que cree".

Al cabo de unos días, recibió una carta del satanista en la que le anunciaba que en verano pensaba pasar por Lisboa y quería conocerle. Se sabe que Pessoa quedó medio aterrado, porque Crowley practicaba la magia negra mientras que el portugués iba por caminos esotéricos muy distintos. Crowley llegó un 2 de septiembre y un Pessoa temeroso fue a buscarle al muelle de la Roca del Conde de Obidos, adonde debía llegar el viajero. Cuenta el periodista Gaspar Simões que el buque de vapor Alcántara, en el que venía el mago sexual, "había estado detenido por una espesa niebla que, súbitamente, había caído sobre la costa cuando iba a marcharse de Vigo, forzándolo a retrasar su partida para Lisboa cerca de veinticuatro horas". Y en un libro sobre la capital portuguesa explica Ángel Crespo con mucha gracia que "en tierra, Fernando Pessoa, transido y tímido, vio avanzar hacia él un hombre alto, ancho de espaldas, envuelto en una capa negra, cuyos ojos maliciosos y satánicos al mismo tiempo le miraban reprensivamente mientras exclamaba: ¿Pero qué idea ha sido esa de enviarme una niebla para allá arriba?".

Con motivo de esa visita, el pobre Pessoa se vio envuelto en el escándalo de la supuesta desaparición de Crowley en un paraje cercano a Lisboa llamado Boca del Infierno, un lugar todavía hoy bellísimo pero al mismo tiempo tenebroso e ideal para suicidas. Allí dejó Crowley su pitillera con un mensaje y trató de hacer creer a todo el mundo que había desaparecido. En O Noticias Ilustrado, Pessoa, que aún no era ni mucho menos el poeta conocido de hoy, se vio obligado a dar su versión sobre la volatilización del mago y expuso que lo único que podía decir era que, el 28 de noviembre del año anterior, había ido a Correos como todos los días y le habían anunciado la publicación de las confesiones del satanista desaparecido y que después había escrito una carta a Londres sin saber que todo aquello acabaría en la Boca del Infierno. Y si algo más sabía era que, a los pocos días de saludarlo a pie de barco, el pornógrafo satanista se había ido a jugar al ajedrez a Sintra.

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