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Reportaje:MÚSICA

La ruta heterodoxa de Yo-Yo Ma

Los temas de películas como La Misión, Érase una vez en América o Cinema Paradiso han sido el último objetivo de Yo-Yo Ma. En el disco, grabado con la Roma Sinfonietta dirigida por el propio Morricone, hay una suite Tornatore, una dedicada a Sergio Leone y otra a Brian de Palma. Un guiño al cine del popular chelista que toca en la banda sonora de la premiada Tigre y dragón.

Lucie Renaud, en la revista La Scena Musicale, recogía su comentario irónico: "¿Acaso la música clásica es sólo la de compositores muertos, masculinos, blancos, europeos?". Él no parece muy dispuesto a volver una y otra vez a las obras que ya dejaron grabadas Pau Casals, Janos Starker o Rostropóvich. Siempre dispuesto a renovarse y a aprender, siguió la Ruta de la Seda y viajó por la cuna del bluegrass; tocó para bosquimanos, bailó el tango en Buenos Aires y se deja mecer por la melancólica sensualidad de Río de Janeiro.

Hijo de dos músicos chinos,

nació en París, el 7 de octubre de 1955. Empezó a estudiar violonchelo con su padre a los cuatro años y vivió allí hasta los siete. Fue niño prodigio: tenía cinco años cuando dio su primer concierto y nueve cuando le dirigió Leonard Bernstein. Isaac Stern, al verle, habría dicho "vamos a hacer algo juntos". Sus dudas se disiparon al escuchar a Casals: aún hoy recuerda que se preguntaba cómo podía lograr aquella expresividad con apenas vibrato.

Yo-Yo Ma ha publicado medio centenar de discos -premiados con 15 grammys- que van desde las Suites para violonchelo de Bach en 1983 -las volvió a grabar en 1998- y The Dvorák album hasta Yo-Yo Ma plays the music of John Williams. Por no citar discos difícilmente etiquetables como Hush, con Bobby McFerrin, o Appalachia waltz, en compañía del violinista Mark O'Connor y el bajista Edgar Meyer. Del año pasado son Paris. La belle époque, en el que toca Fauré y Saint-Saëns con la pianista Kathryn Stott, y Obrigado Brazil, que contiene choros, bossas y obras de Villa Lobos y Camargo Guarnieri. Le acompañan Paquito D'Rivera y su querida Rosa Passos. "Tras los ritmos brasileños, vuelvo de repente a Haydn y veo que puedo tener un groove y que nunca había pensado en ello. Me he saltado esa parte durante treinta años", confesó. No era su primer encuentro con América del Sur: en 1998 había grabado Piazzolla: Soul of the tango.

Mantiene en activo The Silk Road Ensemble, formación con instrumentos como el kemantché (violín persa) de Kayhan Kalhor, el erhu (violín chino) de Xu Ke, la pipa (laúd) de la virtuosa china Wu Man o el morin khuur mongol (violín de dos cuerdas) que toca él mismo. En 1998 se involucró en ese proyecto inspirado en las rutas que recorrían los mercaderes por Asia Central transportando productos y llevando información entre Oriente y Occidente. Silk Road Project baraja la idea de la cultura como resultado de influencias transnacionales y reúne a músicos de las distintas tradiciones de la antigua Ruta de la Seda. Una guía pedagógica gratuita está disponible para profesores que la quieran recorrer con sus alumnos (www.silkroadproject.org).

La crisis de la industria dis

cográfica no parece afectarle. Sus títulos más heterodoxos suelen llegar al millón de discos vendidos y sus grabaciones para el mercado de la clásica no tienen rival en Estados Unidos. Este año ha publicado Obrigado Brazil Live in Concert, Plays Morricone y Vivaldi's cello, con Ton Koopman y Amsterdam Baroque Orchestra. Tiene una agenda apretada entre compromisos con orquestas de medio mundo, recitales de música de cámara, proyectos al margen de la clásica y sus encuentros veraniegos con jóvenes músicos en Tanglewood. Encarga y estrena obras inéditas -prefiere a Richard Danielpour que repetir a Schumann-, se replanteó las Suites de Bach y experimentó con una obra de Tod Machover para hypercello y ordenador. Y no ha dudado en tocar en Barrio Sésamo.

Hace tres años, la revista

People le consideró "el músico clásico más sexy", y hace cinco, tras un concierto en el Carnegie Hall, olvidó el chelo en el asiento de atrás de un taxi. Un Montagnana de Venecia de casi tres siglos de antigüedad -también toca un Davidoff Stradivarius que heredó de Jacqueline du Pré y reserva para el barroco-, valorado en dos millones de dólares. Lo recuperó. Asegura Susan Jakes, en Time Magazine, que durante un tiempo los taxistas de Nueva York tuvieron un mensaje con la voz de Yo-Yo Ma recordando a los pasajeros que no se dejaran sus pertenencias. En Strings Magazine le confesó a Edith Eilser: "Mi amigo Emanuel Ax dice que una de las razones por las que ama la música es porque aprendes algo nuevo cada día, y eso es lo que nos mantiene vivos". En el programa de mano de uno de sus conciertos pueden leerse unos versos de T. S. Eliot: "No dejaremos de explorar / Y el final de nuestra exploración / Será llegar al lugar del que partimos / Y conocerlo por primera vez".

El músico de origen chino Yo-Yo Ma.
El músico de origen chino Yo-Yo Ma.

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