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Reportaje:TEATRO

La máquina de improvisar

Javier Vallejo

Tiene en repertorio El Lazarillo de Tormes, San Francisco, juglar de Dios, de Dario Fo, y El contrabajo, de Patrick Suskind, espectáculos para un actor solo, y en los dos primeros improvisa de manera que ninguna función es igual a la anterior. Rafael Álvarez, El Brujo, es, con Pepe Rubianes, el mejor intérprete español en esta especialidad, a la que ambos se dedican en exclusiva. Manel Barceló, tercero en discordia, diversifica más su trabajo. Después de mucho tiempo sin actuar en Madrid, El Brujo, de 54 años, ha desembarcado con estas tres obras vivísimas, hechas para el público y conforme a la inspiración de cada noche. Ahora está representando El Lazarillo de Tormes, adaptada por Fernando Fernán-Gómez, función que no ha dejado de cambiar desde su estreno, hace 15 años. El teatro de El Brujo mira al Siglo de Oro, cuando las representaciones estaban plagadas de apartes dirigidos al público. Stridberg, buscando el realismo, decidió dejar la platea a oscuras, y El Brujo vuelve a iluminarla, para verle la cara al respetable. El Lazarillo se ha convertido en un espectáculo un poco a la manera de los cannovacci de la commedia dell'arte: su intérprete respeta la estructura y los hitos del texto, pero lo ilumina a su manera. "En aquel tiempo, se hizo cierta armada contra moros", dice la obra original, y como el actor repite la frase con malicia, el público entiende que el espectáculo va a hablar de cosas que están pasando ahora mismo.

En su versión, Fernán-Gómez sitúa a Lázaro, ya mayor, ante un tribunal, para dar pie a que inicie el relato exculpatorio de su vida. El Brujo aprovecha para hacerle decir: "Señorías, yo también pido un indulto". Y, tras una carcajada general, ironiza: "Digo también, porque antes, en las Españas, muchos pícaros lo pedían. Recuerden, estamos en el siglo XVI". En el capítulo segundo, cuando entra al servicio de un clérigo en Maqueda, dice el protagonista: "Toda la miseria del mundo la llevaba dentro". El actor añade: "Si hay algún clérigo aquí, que me perdone, pero esto viene en el libro, no quisiera sumarme a la funesta persecución que la Santa Madre Iglesia está sufriendo". A medida que pasa el tiempo, El Lazarillo original mengua, y El Brujo lo dice más de corrido, lo canturrea como un romance de ciego, para llegar antes a una parte, cada vez más extensa, donde improvisa a placer: "La función, así, hasta el final, sería un aburrimiento. Ya han visto que lo hago bien, ahora vamos a jugar", dice, antes de lanzarse calle abajo, con el público en el bolsillo. He visto estirarse El Lazarillo de Tormes quince minutos de un día para otro, y cambiar sustancialmente. Gags que ayer levantaron la carcajada, a los que cualquier cómico se agarraría, éste los olvida para probar otros: "Cuando no se improvisa, es insostenible la relación con el público", dice en escena.

También hay mucho de cose

cha propia en San Francisco, juglar de Dios: la verdadera obra de Fo no comienza hasta el minuto veinticinco, después de que El Brujo haya hablado sobre la película homónima de Rosselini, los franciscanos, el Opus, el PSOE... En El Lazarillo, incorpora el anecdotario, quién sabe hasta qué punto cierto y hasta cuál fabulado, de quince años de gira. "En un pueblo del que no voy a decir el nombre... La Solana. Castilla-La Mancha... Salí, toqué la trompetilla de pregonero y no había dicho tres frases, cuando un abuelo gritó: 'Toca otra vez la trompeta, que nos vas a dar la noche con tanto hablar'. El abuelo no paró de hacerse el gracioso, y yo pasé a segundo término. '¡Que salga el resto de la orquesta!', decía". Entre lo más hilarante, la historia de la conversión de Rafael Álvarez a este teatro. El actor tiene un fondo de armario amplísimo. Por eso cambia cada día. Algunos se refieren a noticias de esa mañana. Está llenando.

El actor cordobés Rafael Álvarez 'El Brujo'.
El actor cordobés Rafael Álvarez 'El Brujo'.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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