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Columna
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Campismo

El paralelismo es demasiado obvio para no resultar llamativo. Hace sólo unos meses, y también en Castellón, el socialista Joan Ignasi Pla salió del congreso de su partido con una vicesecretaria general de su confianza en una ejecutiva renovada, de la que había alejado todo lo posible a los representantes de las tribus internas. Ahora, Francisco Camps hace algo parecido: coloca a su lado de secretaria general a una diputada autonómica y reduce a la mínima expresión el peso de los seguidores de Eduardo Zaplana en la direcciòn del PP. Los matices, sin embargo, son importantes: la socialista Isabel Escudero ya tenía una trayectoria pública y orgánica en el PSPV cuando accedió al cargo, mientras que la nueva dirigente popular, Adela Pedrosa, es una parlamentaria completamente inédita, desconocida para la mayoría de los militantes de su formación. Aún más: Pla pudo apartar en su congreso, no sin un cierto voto de malestar, a las viejas familias, desgastadas hasta la extenuación, mientras que la hipoteca de Camps es evidente al menos con uno de los clanes, el de Carlos Fabra, lo que promete depararle en el futuro disgustos y jaquecas. Con todo, el presidente de la Generalitat y líder del PP valenciano ha logrado salir del cónclave regional (ésa es su terminología, no "autonómico" ni "nacional", como en el caso de sus rivales), sin el fardo del zaplanismo colgado de sus hombros, lo que otorga en principio a su política una maniobrabilidad de la que carecía. Una capacidad de maniobra que debería permitirle actuar como el gobernante moderado de aliento estratégico que un día prometió ser, y no como el juguete excitado que el PP maneja sin escrúpulos desde un fuerte avanzado en el tablero de la guerra cotidiana contra Zapatero. Por decirlo de otra manera, Camps ha adquirido una responsabilidad y, si hay motivos sobrados para sospechar que en Castellón la batalla interna del PP puede haberse cerrado en falso, también los hay para concluir que el inquilino del Palau de la Generalitat ha decidido tomar las riendas. A partir de ahora, sin el paliativo de la interinidad, suyos serán los éxitos y los fracasos, la clarividencia o el desatino. El campismo tiene una oportunidad.

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