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Crónica:NUESTRA ÉPOCA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El 'blues' de América

Timothy Garton Ash

Me empieza a preocupar seriamente el antiamericanismo. Me refiero al antiamericanismo en Estados Unidos. Vean algunas de las cosas que he oído durante mis viajes por los Estados azules -es decir, progresistas- en las dos semanas transcurridas desde que George W. Bush ganó las elecciones. "No hay nada que hacer, son estúpidos" (un neoyorquino, sobre los habitantes de los Estados rojos, es decir, conservadores). "Serpientes". "Fascismo". "Fascismo cristiano". "Quería hacer una película sobre la época en la que los jóvenes norteamericanos luchaban contra el fascismo, no a favor de él" (un productor, para explicar por qué ha encargado un filme sobre la Guerra Civil española).

Durante los días posteriores a que John Kerry reconociera la derrota, varios demócratas me dijeron que era posible que la votación hubiera estado arreglada. Las máquinas Diebold de recuento automático de votos las fabrica un compinche de los republicanos; a lo mejor las habían programado para que no contaran todos los votos demócratas. Las encuestas a pie de urna realizadas por los demócratas mostraban que iban muy por delante en condados que luego perdieron. Y las explicaciones seguían. (Tengo que decir que nadie alegó nada sobre el condado de Clark, en Ohio, un área sin importancia que los demócratas perdieron, tal vez, con la ayuda de la campaña de cartas fomentada por The Guardian).

En la página sorryeverybody.com se puede ver a un joven estadounidense con un cartel que dice: "Perdón, mundo (lo intentamos). La mitad de América"
Colocar a un aristócrata millonario de Boston fue como si los 'tories' propusieran a un ex alumno de Eton dedicado a los mercados para primer ministro
El jueves, cuando los hijos vuelvan a casa de sus padres para pasar Acción de Gracias, el pavo acabará cubierto de sangre si empiezan a hablar de política

Algunos se sintieron obligados a disculparse ante todos nosotros. En la página sorryeverybody.com se puede ver a un joven estadounidense con un cartel que dice: "Perdón, mundo (lo intentamos). La mitad de América". Otros, desesperados, hablaban de emigrar. Un presentador de radio progresista me dijo que había empezado a buscar casa en Nueva Zelanda. "Ah, sí", confirmó otro periodista, "muchos amigos míos hablan de Nueva Zelanda". Las visitas a la página del servicio de inmigración canadiense se dispararon, con lo que cobró nuevo significado la caricatura en la que aparecía un mapa de los Estados azules en las costas este y oeste, unidos a su vecino del norte en los "Estados Unidos de Canadá", y separados de "Jesúslandia", en el sur. También corren bromas de que el norte, azul, va a escindirse de los Estados sureños de la Confederación, es decir, al contrario que en la guerra civil estadounidense.

"Durante años he mirado con desprecio a los países que mezclan la religión y la política -como en Oriente Próximo-, y ahora somos uno de ellos", decía el correo electrónico enviado por Heather, de Lafayette, a la CNN. Aunque la derecha aseguraba que había sido una victoria de los "valores morales" (contra el aborto, el matrimonio homosexual, la investigación con células madre y el control de armas), una carta dirigida a The New York Times decía que, efectivamente, había sido cuestión de valores, pero otros: "Pero los valores en cuestión son los de la modernidad progresista y laica que ha definido e impulsado la cultura occidental durante el último siglo de progreso social y económico, y que ahora parece estar, al menos, tan amenazado desde dentro de Estados Unidos como por fuerzas como el islam radical".

Autoflagelación

Para alguien de fuera, esta incredulidad, esta desesperación y autoflagelación pueden parecer un poco histéricas; aunque, como me respondió un amigo cuando se lo dije, nosotros no tenemos que vivir con las consecuencias como ellos. Además, aunque los estadounidenses progresistas hagan exactamente las mismas críticas a Estados Unidos que hacen muchos europeos, eso no significa que los europeos no puedan ser antiamericanos. A veces, la diferencia entre un chiste judío y un chiste antisemita no consiste más que en quién lo cuenta.

Debemos tener cuidado con lo que el filósofo Henri Bergson llamó "las ilusiones del determinismo retrospectivo". Aquí no había nada inevitable. La sociedad estadounidense, seguramente, ha sufrido un discreto giro hacia el conservadurismo religioso y nacionalista en los últimos años. Pero 59,7 millones de votos frente a 56,2 no es ninguna victoria arrolladora. El rojo no ha aplastado al azul. Si los demócratas hubieran presentado a un candidato mejor -más campechano, más atractivo para el sur-, quizá habrían ganado. Colocar a un aristócrata millonario de Boston fue como si los tories propusieran a un ex alumno de Eton dedicado a los mercados para primer ministro. Como ha observado Graydon Carter, director de Vanity Fair, una lección evidente es que los demócratas tienen que empezar a buscar a un hombre con acento y con una granja, que parezca un tipo normal y juegue al béisbol en el patio. (Por cierto, esa descripción no encaja con Hillary Clinton, que probablemente tendría más posibilidades como candidata a la presidencia de Europa).

Asimismo, el rojo y el azul están más mezclados de lo que sugiere el famoso mapa. Existe otra versión que muestra tonos de granate para indicar la división del voto popular en diversos Estados. Y el hecho de que los estadounidenses cambien tan a menudo de residencia, con una movilidad laboral que es la envidia de Europa, hace que mucha gente haya vivido parte de su vida en Estados rojos y parte en Estados azules. El próximo jueves, cuando los hijos vuelvan a casa de sus padres para pasar Acción de Gracias, el pavo acabará cubierto de sangre si empiezan a hablar de política.

Con todo, lo cierto es que, en estos momentos, Estados Unidos es uno de los países más divididos entre las democracias liberales del mundo. Al examinar el debate que se desarrolla en la página web que figura al pie de este artículo, me sorprende ver que las discusiones más enconadas no son las que sostienen europeos y estadounidenses, sino unos estadounidenses y otros. Estados Unidos no sólo está desgarrado por lo que debería hacer el país, sino por lo que debería ser. Si Bush, por ejemplo, propone para el Tribunal Supremo a jueces dispuestos a prohibir el matrimonio entre homosexuales o el aborto, el país podría verse tan dividido como con otras candidaturas pasadas. (¿Se acuerdan de Clarence Thomas o Robert Bork?). Y, si dichas designaciones se confirman, podrían inclinar el tribunal hacia la derecha hasta la próxima generación.

Es posible que pronto se entable una lucha para conservar la estricta separación de Iglesia y Estado que pretendían los padres fundadores. O, dicho de otra forma, para defender el legado de la Ilustración. No es extraño que los estadounidenses progresistas se sientan tan deprimidos. Sin embargo, la nube que se cierne sobre sus cabezas tiene un lado positivo. Aunque se exagera la dicotomía entre el país rojo y el azul, lo que sí significa es que ninguna persona bien informada puede creer que Estados Unidos es Bush y Bush es Estados Unidos. Si Occidente está dividido, la línea divisoria recorre el corazón de Estados Unidos.

Y, al otro lado del charco, recorre Europa. Ya no tenemos muchos fundamentalistas cristianos. En comparación con la derecha religiosa estadounidense, Rocco Buttiglione, el católico italiano que tuvo que retirar su candidatura a la Comisión Europea, es un liberal peligroso. Ahora bien, tenemos fundamentalistas islámicos, cada vez más numerosos. Y, en mi opinión, tenemos fundamentalistas laicos, personas que creen que vivir con arreglo a los preceptos del islam, o de cualquier otra religión, es incompatible con ser plenamente humano, y quieren que se eduque a los ciudadanos y que el Estado legisle con arreglo a esa idea.

Defensa de la Ilustración

Durante mi estancia en Estados Unidos se han visto las posibles consecuencias ensangrentadas en las calles de la próspera, pacífica y tolerante Holanda, con el asesinato del cineasta Theo van Gogh y el contraataque a una escuela musulmana. Puede que Estados Unidos tenga sus guerras culturales, su Kulturkampf, pero nosotros también. Y quizá las nuestras acaben siendo más sanguinarias. Por todo ello, las expresiones de solidaridad europea tras los atentados terroristas del 11 de septiembre ("Todos somos americanos") tienen que adquirir nuevo significado y nuevo contexto desde las elecciones del 2 de noviembre. Hay que darse la mano de un lado a otro del mar para luchar por una vieja causa: la defensa de la Ilustración. Ahora somos todos americanos azules.

Cola de votantes en la Universidad de Miami en las últimas presidenciales norteamericanas.
Cola de votantes en la Universidad de Miami en las últimas presidenciales norteamericanas.AP

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