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Reportaje:GOLF | Copa del Mundo: España, líder ante la jornada final

La gran remontada

Sergio García, genial, y Miguel Ángel Jiménez, sólido, superan a la pareja inglesa por un golpe tras encarar el tercer día con seis de desventaja

Carlos Arribas

A Paul Casey, joven golfista inglés educado en una universidad de Arizona, se le ocurrió el domingo pasado decir que durante la Copa Ryder sintió odio por Estados Unidos. Desde entonces no ha dejado de sufrir las consecuencias. Primero, le amenazaron con una dura vida al otro lado del Atlántico. Después, su patrocinador, norteamericano, le abandonó. Y ayer, para añadir dolor a la injusticia, perdió el liderato de la Copa del Mundo que había conquistado con su amigo Luke Donald en los foursomes (golpes alternativos a la misma bola) del viernes.

Lo perdieron, los ingleses, a manos de los españoles, los favoritos, los que juegan en casa, que gozaron en los fourballs (cada uno, con su pelota y al mejor resultado) del día mágico de Sergio García, que hasta rozó un albatros (tres golpes menos del par del hoyo), y de la solidez de Miguel Ángel Jiménez. Empezaron el día a seis golpes de Casey y Donald y lo terminaron uno por delante tras una tarjeta de 61 golpes -11 bajo par: siete birdies (-1) y dos eagles (-2)-, extraordinaria dadas las difíciles condiciones del campo, el viento, las rebuscadas posiciones de las banderas... "La seguridad de Jiménez me ha permitido arriesgarme", dijo García, "y... funcionó".

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Contra el imperio no se puede. Casey les llamó paletos, gente de andar por casa, primarios. Los estadounidenses, la discreta y muy profesional pareja formada por Scott Verplank y Bob Tway, se sintieron al principio chisposos e irónicos con Casey, el Faldo del futuro, dicen. "Si tanto nos odia", dijeron a coro; "si tanto odia a Tom Lehman, nuestro capitán para la próxima Ryder; si tanto le desagradó su comportamiento cuando entró como un caballo loco en el green de Boston, en la del 99, para celebrar un putt de [Justin] Leonard cuando [José María] Olazábal se estaba preparando para el suyo...; si así nos desprecia, ¿por qué se ha sacado la acreditación para nuestro circuito?, ¿por qué estudió en Arizona?, ¿por qué se ha comprado allí una casa? ¿Eh?" Y de la retórica fácil pasaron luego a la amenaza: "No le auguramos una vida fácil cuando vaya a Estados Unidos". El primer zarpazo ya lo recibió ayer Casey. Se lo dio su patrocinador, la gran multinacional Acushnet, la casa madre de Titleist, el mayor fabricante de bolas; Footjoy, zapatos, y Cobra, palos. "No podemos permitir que alguien en Estados Unidos pueda pensar que estamos de acuerdo con las opiniones de alguien que lleva la gorra Titleist. Por lo tanto, no vamos a renovarle el patrocinio, que concluía el 31 de diciembre".

"Lo que le espera a Casey...", pudo pensar Jiménez mientras mordía, alegre, un buen bocadillo de jamón andando tieso por las calles del Real Club de Golf de Sevilla. "Lo que le espera...", pudo repetir mientras, en la conferencia de prensa, echaba el humo, alegre chimenea, de su puro y pedía, feliz, que una buena caña de cerveza alegrara una mesa sobre la que sólo, pálida presencia, habitaban bebidas light y cosas de deportistas. Hace unos años, cuando a los 35 dio su gran salto de calidad, Jiménez decidió lanzarse a la aventura americana. Allí, el Eldorado del golf, vivió sus años más tristes. Alejado de su familia, su gente, sus costumbres..., sufriendo la comida de plástico, las normas antitabaco, las cenas sin alcohol..., zarzaparrilla por toda alegría, en las recepciones de su patrocinador, Ping, de rancia tradición mormona, en Salt Lake City.

Y la que les espera antes. Hoy mismo. A él, al pobre Casey, y a Donald, otro inglés made en una universidad norteamericana, otro joven que, rubio, paciente, calmo, sensible, pintor de fino pincel al óleo, se parece al alemán Bernhard Langer, el capitán europeo en la última Ryder, de la misma manera que Casey, bajo y bruto, ancho de brazos, se parece al galés Ian Woosnam. "Nos espera un día divertido", dijeron; "jugar en el partido de España, con todo el público, con tanta animación, será estupendo".

Novatos en la Ryder, Donald, que jugó los foursomes en Michigan con él, y Casey descubrieron con la alucinante victoria europea el poderío de García, el joven al que le encanta multiplicarse en las competiciones por equipos, de banderas, y convertirse en el alma del suyo. Ayer lo expresaron. "Fue fantástico su segundo golpe en el hoyo 16", dijo Casey. Fue un wedge de 130 metros tras un superdrive de 348 que había convertido en hoyo de bolsillo un par-5 espectacular. Dio con la bola en el palo de la bandera, la dejó rodar un poco y la paró a metro y medio del agujero para un eagle y acelerada expresión de emociones. Fue el momento culminante de la gran remontada, el golpe que ya es favorito para convertirse en el de la semana, en el del campeonato, pero no fue el decisivo del día. Después, como doloroso anticlímax, llegaron sendos errores en el 17, un par-3, salvados con su putt, y en el 18, donde la sangre fría de Jiménez con el putter permitió a los españoles concluir con un golpe de ventaja, salir hoy líderes y encarar con optimismo la posibilidad de ganar la Copa 20 años después de que, cuando García sólo tenía cuatro y veinte Jiménez, José María Cañizares y Pepín Rivero consiguieran en Roma la última ganada por España.

Clasificación tras la tercera jornada (fourballs): 1. España, 192 golpes (24 bajo par). 2. Inglaterra, 193 (-23). 3. Estados Unidos, Suecia, Suráfrica e Irlanda, 195 (-21). Hoy, última jornada: foursomes.

Miguel Ángel Jiménez y Sergio García saludan a los aficionados.
Miguel Ángel Jiménez y Sergio García saludan a los aficionados.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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