Quién
¿Quién ha sido? Era jueves 11 de marzo, en Barcelona; de pronto se rompen todos los fusibles de la realidad y la luz mortal se concentra en un solo punto del mapa. Es como si la gente saliera de una sesión oscura de pesadillas. Esta señora que ahora tengo delante recuerda cómo quiso engañarse, hasta que al fin la evidencia le rompe en la cara como un sollozo que ya no tiene fin.
Mientras ella habla, trato de imaginar el preciso instante en que la vida se convierte en una desdichada sucesión de negrura y negrura. Ella sigue diciendo su difícil esperanza, y en algún quiebro de la conversación mi memoria avanza otra vez hasta aquella mañana en Barcelona, como si de pronto marzo no sólo fuera un mes sino un símbolo de luz difusa cayendo como un ruido sobre esta ciudad mientras la radio desgrana, ya en el taxi, la peor de las estadísticas.
Cuando me recibe el escritor Alfredo Bryce Echenique, en su propio transistor ya están ofreciendo otros datos. Todos se preguntan quién ha sido pero el ministro Acebes manda a parar: no nos autoriza a pensar de otro modo y dice que seríamos unos miserables si no creyéramos la evidencia, es ETA.
Pero aparecen algunos datos raros que le hacen decir en voz alta a Bryce: "¿Y si no fuera como él dice? ¿Y si no fuera la ETA? ¿Y si fueran los islamistas?". Las versiones fueron contradiciéndose tanto que al final lo que era la pregunta más inocente de España -nacimos escuchando la pregunta: ¿quién ha sido?, madre, maestra, mujer, amigo, ¿quién ha sido?- se convierte en un clamor que cae como una pesadilla en la conciencia de los que nos han llamado ya miserables por dudar.
Y el Gobierno nos hace desfilar el día 12: quiere acabar en la calle con la pregunta: quién ha sido. Pero ese estribillo civil, quién ha sido, fue tan abrumador que desde entonces lo tratan de contrarrestar con una campaña que es también luz de gas, manipulación. Y todo para borrar la terca pregunta que nos hicimos miles y miles, millones de miserables.
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