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VISTO / OÍDO
Columna
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Fundamentalismo

ZP advirtió contra el fundamentalismo al PP; inútil, lo son de nacimiento. En el sentido clásico de la palabra, el de integrismo, intolerancia. Algo que les pasa a las personas con verdad absoluta, hayan llegado a ella por retorcimiento mental, o si han sentido el relámpago y el ruido de la verdad revelada (un golpe en la cabeza: Pascal y Gironella). Cuando se tiene la verdad sin discusión, no vale la ciencia o el libre examen, porque su verdad es incontrovertible. Nada dibuja mejor el perfil del PP desde su refundación por Fraga. El lenguaje de Fraga (con el que califica todo lo que quiere como "natural", cuando se sabe que lo natural es un concepto dudoso y discutible) es fundamentalista. Creo que Franco no lo era, a no ser que se considere como fundamento la necesidad de enaltecer la propia persona y ultimar con sangre al enemigo. Para ser fundamentalista hay que tener alguna inteligencia. La veo más en el Opus y en quienes le contratan que en el mero PP.

La definición de "fundamentalismo" como "restaurar la pureza islámica por la aplicación estricta de la ley coránica a la vida social" es reciente en la Academia: oportunista, circunstancial. Antes servía para todas las religiones, y significaba exigencia intransigente de sometimiento a las doctrinas establecidas. El franquismo era un integrismo. No aceptaba diferencias, cambios que no fueran derivados de sí mismo: porque, a veces, el integrismo sabe variar. Su conversión en "democracia orgánica" para sobrevivir fue una de esas variantes, y la creación de unas Cortes con "procuradores" designados o elegidos de formas extrañas eran simplemente camaleonismos de piel: el animal de fondo seguía intacto. Creo que Franco, sin ser listo, pero hablando entre compinches, sabía que las democracias de la guerra fría perdían cada vez más su contenido pero conservaban la misma forma. Aunque para un militar y un cura las formas tienen mucha importancia, es indudable que saben cambiarlas a tiempo. Un estudioso del arte del uniforme verá cómo gorras y solapas han cambiado según imperios exteriores (francés, alemán, americano); y cómo los curas y las monjas han ido adoptando modas de los nuevos tiempos. El fondo es el mismo. El integrismo alcanzó su gloria con la Inquisición: ya no le hace falta quemar, pero la doctrina es la misma.

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