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¿Revolución conservadora en los Estados Unidos?

Emilio Lamo de Espinosa

No discutiré si Bush es un solemne idiota, como piensa mucha gente. Puede que lo sea, y ciertamente no es mi presidente favorito, pero también pensábamos lo mismo de Reagan y hoy sabemos que estábamos equivocados, como muchos pensaron que Stalin, Castro o Jomeini eran unos salvadores, y también se equivocaron. Pero, ¿deduciremos ahora que también los americanos son unos solemnes idiotas por haberlo votado? Pues sí, eso es lo que acaba de anunciar, por ejemplo, el Daily Mirror, que hay 59 millones de idiotas en EE UU. Al parecer lo que ha ocurrido en Estados Unidos es que ha triunfado una revolución neoconservadora movilizada por los evangelistas y los cristianos renacidos que llevan al país camino del fascismo o casi. Antes teníamos a Bush contra el mundo; ahora encontramos el nuevo mito de las dos Américas, la liberal, laica, culta, urbana, proeuropea y demócrata, y la conservadora, ignorante, rural, fanáticamente religiosa y agresivamente antieuropea. Según algunos, una América moderna y otra posmoderna, o bien una que es de Marte y otra de Venus. Y, por supuesto, ambas Américas están polarizadas y enfrentadas como pueden estarlo Michael Moore y Rumsfeld. ¿Es esto así?

No lo parece. Para comenzar, ha votado algo menos del 60% de los electores, lo que no parece muy acorde con una situación de "guerra de culturas". Pero, sobre todo, Bush ha ganado por poco más de 100.000 votos del Estado de Ohio, es decir, por poco menos del 0,1% del total de sufragios emitidos. Y es evidente que si Kerry hubiera ganado en Ohio, lo que estuvo a punto de ocurrir, los medios de comunicación nos estarían bombardeando ahora con la noticia de que la revolución conservadora de Bush había sufrido un rotundo fracaso. Al parecer, un ridículo 0,1% de votos emitidos separa el "rotundo triunfo" del "brutal fracaso" de los neocon. Es cierto que Bush le ha sacado más de tres millones de votos populares a Kerry, pero eso es poco más de dos puntos de ventaja sobre electores, ¡y poco más de un punto y medio sobre el censo de 200 millones! De hecho, Bush es el presidente reelecto que lo ha hecho con menor margen desde la reelección de Wilson en 1916. En resumen, Bush ha ganado, sí, pero lo ha hecho por los pelos y los Estados Unidos están casi igual de divididos que hace cuatro años cuando perdió Gore en Florida. Es más, uno de los problemas a los que se enfrenta Bush es que, tras cuatro años de mandato, no ha conseguido convencer a casi nadie que no lo estuviera ya y gobierna sobre una sociedad dividida.

¿Cuánto de dividida? Bastante, pero no lo suficiente como para que hablemos de polarización y menos de confrontación, y si examinamos los datos de conducta electoral encontramos resultados sorprendentes para el nuevo estereotipo.

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Así, se asegura que la línea divisoria ha sido el nuevo conservadurismo y los "valores morales", la "guerra de culturas". Cierto, esa cuestión era prioritaria para el 22% de los electores y, de ellos, el 80% ha votado a Bush. Pero conviene seguir leyendo la lista de temas prioritarios, pues el segundo, esta vez para el 20% de los electores (una diferencia, pues, de sólo dos puntos, dentro del margen de error), ha sido la economía y el empleo, y el 80% de ellos ha votado a Kerry. Así pues, cuál es el tema de fractura, ¿los valores morales o la economía? Evidentemente, los dos. Pero, cuidado, los dos para el 20% del electorado, que a su vez es algo menos del 60% del censo. Es decir, los valores morales (o la economía) son prioritarios para el 12% de los americanos, un porcentaje que llama poco la atención.

Es más, si examinamos los datos desagregados encontramos nuevas sorpresas que no se ajustan al estereotipo. Por supuesto, los liberales han votado a Kerry y los conservadores a Bush; nada nuevo en ello. Cierto también, los más pobres han votado a Kerry y los más ricos han votado a Bush; tampoco nada nuevo, aunque sí lo es que el 40% de los pobres votó por el conservador Bush, y el 40% de los ricos votó por el liberal Kerry. Pero lo que más sorprende es que ni la edad, ni la educación, ni la religiosidad, ni la región, ni siquiera el contraste campo-ciudad o la raza, han sido definitivos.

Veamos algunos datos. El 44% de los latinos o de los asiáticos ha votado por Bush, como también el 45% de los jóvenes, el 50% de los licenciados universitarios y el 46% de los nuevos votantes. Por regiones, Bush sacó el 49% de la "liberal" Costa Oeste y el 43% del noroeste, y Kerry, el 42% del "conservador" voto sureño. Y en las pequeñas ciudades, Kerry sacó un 48%, mientras que en las muy grandes, Bush obtuvo un 40%. Y si nos fijamos en la religión, el 40% de los que acuden a la iglesia semanalmente han votado por Kerry, no por Bush, así como el 53% de quienes acuden ocasionalmente. Kerry ha sacado el 47% del voto de los católicos, el 40% de los protestantes, el 74% de los judíos y el 70% de los restantes grupos religiosos. ¿Es ésta la América dividida en dos bloques enfrentados por las creencias religiosas y polarizada? No lo parece ciertamente, pues Bush y Kerry, ambos, han obtenido buenos resultados en prácticamente todas las categorías usuales.

¿Qué ha dividido entonces a la opinión pública dando la victoria a Bush? Lo que ha dividido a la opinión pública han sido, por supuesto, los temas centrales de la campaña: el terrorismo e Irak, temas prioritarios para el 19% y el 15% de los votantes, respectivamente. Así, el 44% de los americanos cree que la guerra de Irak va bien, y de ellos, el 90% ha votado por Bush. Y el restante 52% cree que la guerra va mal, y de ellos el 82% ha votado por Kerry. Aquí sí hay una línea de división rotunda. Como también la hay en la lucha contra el terrorismo. El 54% de los americanos cree que Estados Unidos está hoy más seguro frente al terrorismo que hace cuatro años, y de ellos, el 80% ha votado por Bush. El otro 41% cree que América está hoy menos segura frente al terrorismo, y de ellos el 85% ha votado por Kerry. Lo que ha determinado el resultado de estas elecciones es, pues, lo mismo que divide a Europa de Estados Unidos: Irak y la "guerra" contra el terrorismo. Sólo que allí la posición que es mayoritaria en Europa ha perdido. Pero, cuidado, ha perdido por los pelos.

¿Dos Américas? Sí, como ocurre siempre en toda elección, una que ha apoyado a Bush en Irak y la lucha contra el terrorismo y ha respaldado su política, y otra que no lo hace y ha apoyado a Kerry. Pero no dos Américas polarizadas, pues no lo están, y menos aún dos Américas enfrentadas. De modo que, ¿por qué ha perdido Kerry? La respuesta la da Andrei Cherny, consejero de Kerry: "Lo que querían saber (los ciudadanos) es cómo veía Kerry el mundo. Y nunca se lo dijimos". "Lo que no tenemos, y más necesitamos", continúa Cherny, "es lo que George W. Bush tan popularmente ridiculizó como 'el asunto de la visión', un punto de vista internacional cuyo argumento temático es hacia dónde se dirige EE UU y adónde queremos llevar el país". Kerry ha perdido porque los demócratas, ni durante la campaña ni antes, ofrecieron alternativa alguna creíble a la política de Bush.

No pretendo decir, por supuesto, que la religión carece de relevancia en EE UU. Lo contrario es, sin duda, lo cierto. Pero no es nada nuevo y, sobre todo, no debe magnificarse, pues el papel de la religión en la cultura cívica de los EE UU ha sido siempre algo peculiar. En el clásico y excelente libro La democracia en América, publicado en 1835, Alexis de Tocqueville señalaba ya que "los americanos combinan tan íntimamente en sus espíritus las nociones de cristianismo y libertad que es imposible para ellos concebir la una sin la otra". Y añadía: "En Francia he visto casi siempre cómo el espíritu de la religión y el de la libertad caminan por sendas opuestas. Pero en América he encontrado que están íntimamente unidos y reinan en común sobre el mismo país". Pues así como la Ilustración europea fue (y no pudo no ser) secularizadora y, con frecuencia, anticlerical, la Ilustración americana, incluidos los Padres Fundadores, fue profundamente religiosa. Que ciencia, libertad y religión se den la mano sorprende a los europeos, pero es un rasgo típico de la cultura americana y, en buena medida también, de la inglesa, hasta el punto de que no pocos investigadores, desde Max Weber a Robert K. Merton, vieron en el puritanismo los orígenes de la ciencia moderna e incluso de la democracia.

Y un comentario final. Puede que la democracia americana no esté en sus mejores horas, y desde Guantánamo a Abu Ghraib, pasando por la Patriot Act, los datos así lo demuestran. Pero nadie podrá poner en duda estas elecciones. La vitalidad del debate, la movilización, la intensidad y rigor de las discusiones, la alta participación en la jornada electoral, así como el que se haya desarrollado sin incidentes, así lo demuestra. Hace cuatro años, la democracia americana tropezó en los vericuetos de los condados de Florida. Fue una anécdota elevada por algunos a la categoría de síntoma. Pero doscientos años de elecciones ininterrumpidas, sin tentación cesarista o populista alguna, es un récord inigualable por cualquier otro país del mundo, incluidos todos los europeos. Puede que Estados Unidos sea un Imperio; yo así lo creo, aunque no me preocupe excesivamente; en todo caso, es (como señalaba Raymond Aron) una República Imperial capaz, como cualquier otro país, de cambiar de mayoría o de respaldar la existente. Y si deseamos analizar las amenazas a la democracia desde dentro, haríamos bien en fijarnos en ese 15% o 20% de franceses que votan fascista, los mismos que acaban de ganar las elecciones en la Alemania del Este, gobernaban en Austria, han ganado elecciones en Holanda, Dinamarca o Serbia, por no citar a la Italia de Berlusconi o la Rusia de Putin. Tenemos mucha tarea en casa.

Emilio Lamo de Espinosa es director del Real Instituto Elcano.

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