El siglo XX, en 200 edificios
Vitoria revisa en una exposición las principales aportaciones arquitectónicas de la pasada centuria en España
De Antonio Gaudí a Rafael Moneo, la historia de la arquitectura española del siglo XX es, sobre todo, un repaso por los conflictos políticos, económicos y sociales de un país marcado por una guerra civil y una dictadura. Así lo recoge la exposición que ayer se inauguró en la sala Espaciociudad del Ayuntamiento de Vitoria, en la que se presentan cerca de 200 construcciones clave para entender la arquitectura española de la pasada centuria. La muestra, que ahora llega a España después de una itinerancia europea, se preparó para la Exposición Cultural de Hannover de 2000.
La exposición rescata, a través de fotografías, paneles y planos, las mejores obras del siglo XX, sin privilegiar ningún periodo histórico sobre otros, buscando también el equilibrio territorial. Con todo, la relación de obras supone un buen reflejo de la historia de España en esos cien años. Gaudí o Doménech i Montaner destacan en el periodo dedicado al Modernismo, entre 1900 y 1930, cuando Barcelona es uno de los motores industriales de la península. Gaudí, con la Casa Pedrera o la Sagrada Familia, representa la singularidad de la capital catalana de entonces.
La muestra recuerda obras de Gaudí, Sert, Fisac, Peña Ganchegui o Moneo
El Modernismo era catalán, sin duda. El resto del país, durante aquellos primeros decenios, apostó por un historicismo, en busca de la reproducción de estilos regionales que reivindicasen desde la arquitectura las más clásicas esencias locales. Buen ejemplo de ello es el cántabro Leonardo Rucabado, con obras como La Casuca.
La muestra continúa su recorrido con el reconocimiento de la llegada a España de la modernidad arquitectónica, que se adelantó a la II República, de la mano de algunos pioneros como el bilbaíno Secundino Zuazo, quien intervino en Madrid con proyectos como la llamada Casa de las Flores, auténtico reflejo de ese nuevo tiempo que llegaba con la caída de la monarquía.
El Movimiento Moderno es coetáneo, y lo hizo con la fuerza de la obra de José Luis Sert o José Manuel Aizpurua, autor del Club Náutico de San Sebastián, verdadera muestra del espíritu de la época, pese a la adscripción falangista de su autor, muerto en la Guerra Civil.
La arquitectura posterior estará marcada por la omnipresencia estética del franquismo, con buen ejemplo en los Nuevos Ministerios de la Castellana madrileña. Con el tiempo, se irán revisando los cánones estilísticos: llegan Sota, Coderch, Molezún o Fisac, con la parroquia de la Coronación de Vitoria, entre otros proyectos de entidad.
La nueva arquitectura abarca toda la península, incluidos los pueblos (las colonizaciones en Albacete) o las periferias de las grandes ciudades. Se percibe la débil apertura del franquismo en las construcciones de las grandes urbes, gracias a Fernández Alba, Peña Ganchegui o Sáenz de Oiza, entre otros profesionales.
Tras los grandes fastos de Barcelona y Sevilla en 1992, con aportaciones de Calatrava o Bohigas, el último momento arquitectónico parece que se mantiene en los proyectos institucionales, con especial presencia en Bilbao (Guggenheim y Euskalduna) o San Sebastián (Kursaal).
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