¡Esta gente tiene agallas!
Por primera vez, los hombres han proyectado por entero sus fuerzas y su labor hacia el cielo: toda una ciudad en el aire, en el cielo. ¡Qué desorden, Dios mío, qué furia! ¡Qué perfección ya, qué promesas! Qué unidad en el estado molecular: calles en damero, oficinas, cristalización neta. Es sublime y atroz, y no va más. Sólo falta ver con claridad. Pensar, concebir, volver a empezar. ¡Pues sí! Nueva York está dispuesta a volver a empezar. ¡Esta gente tiene agallas!".
En el libro Cuando las catedrales eran blancas (1937) quedaron recogidas las impresiones de Le Corbusier en su primera visita a Nueva York dos años antes.
Cuando el gran ideólogo del Movimiento Moderno -MOMO para los amigos- vio los rascacielos de Manhattan, le parecieron pequeños. Su genialidad le permitió intuir que aquellos edificios y los futuros skyscrapers de la gran manzana tendrían un papel sobresaliente en el devenir de la arquitectura moderna. La misma ciudad que luego dio la espalda a su propuesta para uno de los paradigmas del "Estilo Internacional", el edificio de las Naciones Unidas, ha acogido el 8º Congreso de Docomomo, Asociación Internacional para la Documentación y Conservación del Movimiento Moderno del 26 al 29 de septiembre.
Investigadores, historiadores, conservadores y profesionales abordaron seis temas: internacionalización, polarización, reconstrucción, zonas temporales, resistencia e independencia y utopías
Las Torres Gemelas han dejado un vacío de modernidad. Pero la ciudad está dispuesta a volver a empezar. Al tiempo que los controvertidos rascacielos de la Zona Cero aguardan su construcción, los congresistas se han apresurado a poner orden en el embarullado arcón de la modernidad. El propio Manhattan es un ejemplo. Junto al Seagram, la Lever House -donde tuvo lugar la clausura del congreso- o el edificio de la ONU, la interminable retícula urbana se compacta con una amalgama de sucedáneos, concebidos desde la especulación y el descuido sustancial de los aspectos compositivos y estéticos. "Sois los fuertes, pero nosotros hemos reflexionado", amonestaba Le Corbusier a los norteamericanos. Es la eterna inocencia del país de los rascacielos.
Docomomo fue creada en Holanda por Hubert Jan Henket en 1988. Con sede en París, funciona como una red que coordina el registro internacional de edificios y enclaves de la arquitectura moderna, y "ha sido capaz de configurarse como la única organización sin ánimo de lucro dedicada explícitamente a salvaguardar la herencia de la arquitectura del siglo XX", decía su presidenta, Maristella Casciato, en la sesión inaugural. Sus objetivos son documentarla y desarrollar métodos adecuados de conservación para evitar la destrucción y la desfiguración de las obras significativas, acercando la arquitectura moderna al público. Mientras los fines y los medios del MOMO están ya muy estudiados y definidos, el DOCO plantea aún muchas sombras: los criterios para documentar y conservar el legado moderno no son unánimes. ¿Quién decide lo que es bueno y lo que no? El "falta ver con claridad" de Le Corbusier sigue hoy vigente.
El congreso, coordinado por Hélène Lipstadt y Theodore Prudon, reunió a 440 investigadores, historiadores, conservadores y profesionales, y abordó seis grandes temas: internacionalización, polarización, reconstrucción, zonas temporales, resistencia e independencia y utopías. El empeño es grande pero todavía desigual: mientras en algunos países se recoge el fruto de más de una década de trabajo, en otros la falta de recursos y de apoyo institucional o la negligencia están permitiendo la desaparición de ciertas especies, como el caso de la casa del puente de Amancio Williams, de la que este periódico se hacía eco recientemente. En el Congreso se han incorporado a Docomomo nuevos grupos nacionales -Chile, República Dominicana, Corea, México, Nueva Zelanda y Panamá- hasta sumar 47, con un total de 2.000 afiliados. La diversidad cultural de los países miembros constituye su principal riqueza.
El congreso ha tenido lugar en Columbia, una universidad con 250 años de existencia donde coexisten la vanguardia del diseño y un pionero programa de preservación histórica -con 40 años de existencia- que auspiciaba el congreso. La presencia en Columbia del Docomomo alienta esa diversidad de intereses entre el presente, el futuro y la mirada hacia el pasado, ya clásico, de la "alta modernidad". Muchas de esas arquitecturas fueron concebidas para no durar indefinidamente; por eso tratar de conservar a ultranza el patrimonio moderno esconde una gran contradicción. En muchos casos habría que intentar no repetir la historia que generó lo que ahora se pretende conservar. No hay invención ni progreso al margen de la memoria -explicaba el decano de la Escuela de Arquitectura Mark Wigley-, pero la conservación es proyecto: diseño. El congreso brindaba por tanto el marco adecuado para establecer puentes entre ambas pretensiones. Para Maristella Casciato, "documentación y conservación son subproductos de la modernización, dependientes intrínsecamente el uno del otro y en ocasiones resultantes del proceso de invención y diseño".
Los pecados del "Estilo Inter-
nacional" que condujeron a su crisis siguen siendo hoy tan censurables como entonces. Se ha echado de menos en el congreso un punto de crítica y un rechazo de la autocomplacencia que acabó por alejar la arquitectura de las gentes a las que supuestamente debía servir, tal y como se concibió en las bases ideológicas del MOMO. El estilo internacional de posguerra suscita también la ambivalente relación entre arquitectura e ideología, fundamentalmente como una de las armas estratégicas de la guerra fría entre el capitalismo y el comunismo, pero también en la medida en que las formas arquitectónicas y su poder de representación fueron instrumentos preclaros en la agenda política de las relaciones entre Oriente y Occidente, o entre colonizadores y colonizados.
Las conclusiones quedarán recogidas en las actas. Mientras, uno de los momentos más intensos del congreso fue la presentación de las candidaturas para la siguiente edición. Bélgica proponía la urgente y pendiente identificación del MOMO en el continente africano, colonial y poscolonial, articulado con Europa a través del Mediterráneo. Sin embargo, el congreso de 2006 tendrá lugar en Turquía, que presentó como tema las otras modernidades. A las puertas de su entrada en la Unión Europea, este país bisagra entre Oriente y Occidente, entre el islam y sus enemigos, puede ser un nuevo modelo de la riqueza intercultural que esconde el patrimonio de la arquitectura moderna. Entretanto, Nueva York seguirá estando dispuesta a volver a empezar. ¡Esta gente tiene agallas!
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